lunes, 5 de abril de 2021

La Caja del Caos Capitulo 2

 

Capítulo 2- LA CHICA EN LA AZOTEA. 


No hubo nada antes, solo despertó. Abrió los ojos lentamente, el aire estaba tranquilo, ni una nube en el cielo, no sentía frío, ni calor, pero todo era tan silencioso que no parecía real, era tan acogedor y amable...

Y falso.

Se incorporó quedando sentada sobre el piso, el que había sido su reposo, con las piernas entrecruzadas, le llevó unos pocos segundos comprenderse en aquel lugar, la azotea del instituto. Se giró sobre su hombro para mirar alrededor, descubriendo una silueta, sentada también en el suelo, a una considerable distancia, tan quieta y serena que parecía pintada sobre el paisaje. Era una chica de largo y lacio cabello negro, de tez pálida y ojos azules, entre sus delgados dedos sostenía una foto que contemplaba con nostalgia y un poco de melancolía. La chica levantó la mirada y sus ojos se cruzaron sin sorpresa, le saludó con una voz dulce y apagada.

Ella regresó el saludo de la misma manera pero sin ese semblante cálido y amigable. La chica misteriosa se hizo cargo de continuar la conversación.

-Nunca te había visto por aquí, debes ser nueva ¿Verdad?-

Ya llevaba casi dos semanas en el instituto, pensó, pero si, técnicamente era nueva. Asintió con la cabeza, acomodando el cuerpo para quedar de frente a la chica, la cual dobló la foto que sostenía con recelo y la guardó en su bolsillo.

-Me llamo Miharu-

Lili guardó silencio hasta entender que la chica esperaba por su nombre.

-Soy Lili-

-Es un placer Lili-

Aquella le sonreía amablemente, no era algo excesivo y forzado, mas bien todo lo contrario, se sentía genuino, le sostenía la mirada con sus pequeños ojos azules entrecerrados, la miraba a los ojos cuando le hablaba y le sonreía con una pequeña sonrisa modesta. Aquel gesto le daba confianza, tal vez no para acercarse pero al menos para devolverle la palabra.

-¿Y ese uniforme?-

El uniforme del instituto consistía en una camisa blanca, un chaleco azul oscuro y una corbata del mismo color, con un diseño de tela simple, pantalones para los chicos y faldas planas para las chicas, Lili detestaba ese color azul y la falda, así que usaba una chaqueta negra y los pantalones. El uniforme de Miharu era casi totalmente blanco, solo resaltaba la corbata y los detalles en gris, lo mas diferenciable era el diseño del pecho y la falda tableada. 

Los pequeños ojos azules entrecerrados se abrieron por aquella pregunta. Cosa que a Lili le llamó la atención, parecía algo completamente obvio, no llevaban el mismo uniforme. La sorpresa en el rostro de Miharu duró poco, de inmediato retomó la compostura y soltó una pequeña risa silenciosa, la cual cubrió con su mano, como si hubiera escuchado algo reconfortante, su expresión se relajó en pena. No respondió la pregunta, se levantó del suelo y Lili la imitó, las dos estaban paradas frente a frente manteniendo aquella peculiar distancia, demasiado alejada como para hablar cómodamente, pero como no se escuchaba un ruido, se podía percibir la suave voz de la muchacha con total claridad.

-Este lugar puede ser bastante confuso y aterrador, si necesitas ayuda puedes hablar con el hombre del hacha, el responderá tus preguntas, te ayudará a entender este lugar -

-¿El hombre del hacha?- Era la primera vez que escuchaba aquel nombre, sonaba a leyenda urbana, pero Miharu se refería a él como una persona real. Mas que preguntarle por aquel hombre le hubiera gustado saber por qué se le veía un poco triste, pero no dijo nada.

-Si me ves por ahí finge que no me conoces, seguramente será mi copia- Se dio media vuelta y comenzó a caminar hacia la barandilla.

Aquello ultimo no llegó a comprender del todo, quizás había escuchado mal, y solo quería que no se acercara a saludar cuando la viera de nuevo.

-Lo siento. Me gustaría poder conversar mas contigo- Pasó la barandilla quedando parada sobre la cornisa, de cara a una caída de tres pisos, su cabello ondulaba con la brisa silenciosa, como lazos negros extendiéndose hermosamente, contrastando sobre la tela blanca. Volteó el rostro para mirar a Lili una vez mas, recogiendo su cabello tras la oreja delicadamente.

-Creo que nos hubiéramos llevado bien, hubiéramos sido buenas amigas- Sonrió ampliamente, no había nada falso en ella, ni sus gestos, ni sus palabras, algo tan hermoso y sincero no podía durar mucho. Se dejó caer, echando su peso hacia adelante, entregando su cuerpo al vacío como un sacrificio. En los ojos de Lili aquel cuerpo había desaparecido en un solo pestañeo, una bocanada de aire se quebró en su garganta, caminó hacia la barandilla como un sonámbulo, inclinó su cuerpo sobre esta y miró, un pequeño cuerpo desplomado en una posición imposible, reposaba sobre la tierra como una flor pisoteada, blanca y roja, una vista tétrica que se quemó en su memoria. Se echó hacia atrás abruptamente, con el pecho agitado, mas terrorífico que aquella imagen fue el notar aquel silencio, todo continuaba en silencio, ese silencio que nunca se fue. No hubo revuelo, ni un grito, ni siquiera un maldito llanto, su muerte no cambiaba nada, como si de verdad no importara. No quiso volver a mirar, y solo se fue.

-Miharu- Repitió su nombre para no olvidarlo, repitió su voz, y su rostro, lo poco que le había dicho, aquella corta conversación, la repitió una y otra vez en su cabeza para que todo se quedara grabado a fuego en su mente. Bajó por las oscuras escaleras, completamente ensimismada, hasta llegar al segundo piso, de pronto se sintió desorientada, junto a la suya había otra escalera la cual no recordaba, ni tampoco el corredor que se abría a la derecha. Se mantuvo mirándolo con la curiosidad de un gato, amagó a dar un paso en aquella dirección pero en ese preciso momento alguien le detuvo.

-No deberías estar aquí-

Lili se giró para encontrarse con un hombre de unos 30 años, le resultó muy extraño, no recordaba haberlo visto antes en la escuela, pero su aspecto era algo peculiar, difícil de olvidar, su color de cabello era de un gris verdoso, sus cejas sumamente delgadas y pálidas apenas se distinguían, llevaba puestas unas gafas de borde negro que cubrían casi por completo sus ojos y una bata blanca que le llegaba a los tobillos. Le enseñaba una sonrisa amplia con los ojos cerrados.

-Yo..- Dudó un poco antes de responder, retenida por la primera impresión que el extraño le había generado. -Soy nueva, y no tengo muy buen sentido de la orientación- Dio aquella escusa, impulsada por un instinto de desconfianza. Los ojos del hombre se abrieron entonces para mirarla sin deshacer aquel semblante cordial y apacible.

-¿Estas perdida?-

Aquellos ojos de color morado rojizo en contraste con su piel pálida le recordaban a los conejos blancos de laboratorio. Pero como el hombre no la miró con sorpresa ni desagrado ella tampoco lo hizo. Tuvo que decirle que estaba perdida, en cierta forma así era, no sabía exactamente donde estaba pero no creyó conveniente preguntarle.

-¿De que clase eres?-

- La clase "C"-

-Está hacia el otro lado, déjame que te acompaño- Hizo un gesto para que lo siguiera. Lili agradeció la amabilidad del hombre y comenzaron a caminar por el pasillo en dirección opuesta a donde ella quería ir.

-No me agradezcas, es mi trabajo-

En el, no muy extenso, recorrido de regreso, el extraño se presentó como Cecil, el enfermero del colegio, pero aclaró que además servía como consejero para los estudiantes. En un punto del camino Cecil se detuvo frente a una puerta blanca con una pequeña ventana en la parte superior para marcarle a Lili que esa era la enfermería, ella no dijo nada y solo asintió, Cecil le sonreía todo el tiempo al hablarle, con un tono amable, pero Lili jamás cambiaba su expresión inexpresiva, seria, distante.

-Bueno, aquí es tu clase- Se detuvo junto a la puerta y dio un pequeño vistazo dentro. -Disfruta de lo que queda del receso. La cafetería está en el piso de abajo, bajando las escaleras, al final del pasillo a la derecha, la veras enseguida. Si necesitas ayuda con lo que sea no dudes en ir a verme, por lo general estoy en la enfermería-

-Si, gracias-

-No hay de qué, que tengas un día tranquilo- Le saludó con la mano, se dio media vuelta y se marchó por donde vino, siempre con aquella sonrisa ambigua.

-¿Tranquilo?- La gente por lo general decía "Ten un buen día" o "Ten un lindo día" o cosas por el estilo, era la primera vez que escuchaba a alguien decir "Que tengas un día tranquilo". Miró dentro de su clase, la encontró completamente vacía, si sus compañeros realmente estaban en el primer receso eso significaba que había dormido en la azotea por mas de una hora, de todas formas no pensaba ir a la cafetería hacinada de gente. 

Observó alrededor desde el umbral de la puerta, la clase de enfrente, al otro lado del pasillo, la mitad de la pared era una ventana que te permitía ver todo lo que pasaba dentro del salón, los alumnos estaban en clase, todos concentrados mirando la pizarra donde su profesora escribía un largo texto que parecía no acabar jamás. Ni uno de ellos estaba distraído o en una posición diferente al resto, no había nadie dormido o apoyado sobre su pupitre o recargado sobre el respaldo, todos lucían una postura recta, todos miraban hacia el mismo punto. Pero algo robó la atención de Lili mas que aquello, el color negro en sus uniformes, era el segundo conjunto diferente que veía ese día. Antes de darse cuenta, inmersa en sus pensamientos, se había quedado mirando fijamente aquella masa de estudiantes, cuando repentinamente uno de ellos, sentado casi en el medio junto a la ventana del pasillo, corrió sus pupilas en un movimiento rápido, contemplando a Lili por el rabillo del ojo, su cabeza le acompañó mas tarde, giró su cuello en un movimiento igual de rápido y espeluznante, ahora observaba fijamente a la chica al otro lado del pasillo. 

No podía soportar los ojos que miraban dentro de sus ojos, tomándolo como un gesto hostil, su cuerpo comenzó a moverse ante el instinto de huida. Tanteó con su mano el marco de la puerta y se metió dentro de su clase, cerrándola tras de si. Llevó un par de segundos serenarse, mitigar la ansiedad y el estrés que aquel encuentro había generado, después de centrarse, caminó hasta su asiento donde encontró su mochila colgada del respaldo, la colocó sobre la mesa y abrió para buscar dentro, halló todo lo que siempre llevaba consigo a excepción de su celular. Sin darle tiempo a pensar en donde podría haberlo dejado, unos inquietantes gritos sonaron a la distancia, quebrando el silencio sepulcral que los abrazaba. 

Se asomó por la ultima ventana de la clase, la que daba al jardín, cerca del portón principal alcanzó a ver como un estudiante con su mismo uniforme era sujetado por un hombre desde atrás. Soltaba frenéticamente aquellos espantosos gritos. El silencio allí estaba tan viciado que cualquier ruido medianamente fuerte se apoderaba de todo y llegaba a todas partes. En los oídos de Lili se percibían como punzadas de dolor. Pronto otro estudiante llegó, ella se encontraba demasiado lejos como para distinguir bien lo que pasaba, pero en cuanto el segundo estudiante se paró delante del primero, este dejó de gritar. Intentando tener una vista mas clara Lili precipitó su cuerpo hacia adelante, dejando la mitad de este por fuera de la ventana, sus manos eran su mayor punto de apoyo, sosteniendo casi todo el peso. El hombre soltó al mas joven, quien se desplomó sobre el suelo, y la sangre comenzó a expandirse bajo el cuerpo. Ante tal impactante escena una de las manos de Lili resbaló por la cornisa de la ventana, su parte superior se tambaleó hacia adelante. Por la inminente caída, como un acto reflejo enganchó sus piernas a la pared, golpeando dolorosamente los huesos de sus rodillas en el acto, abrazó el filoso borde como si la vida se le fuese en ello, y aunque sentía mucho dolor peor hubiera sido el de sus extremidades quebrándose al estrellarse contra el piso. Pasando el primer vértigo se incorporó con mucho cuidado, sus piernas flaquearon y tuvo que sentarse, apoyando su dorso contra la pared, contempló su palma y sus muñecas rojizas y raspadas mientras intentaba normalizar su alterada respiración, ni siquiera quiso comprobar el estado de sus rodillas o su abdomen, ignoró el dolor para salir de la clase.

Dio unos cuantos pasos por el pasillo, dirigiéndose hacia las escaleras, su cabeza estaba llena de pensamientos, algunos mas claros que otros, repetía lo mas importante, una y otra vez, como un mantra, para no olvidar. Pero mientras mas retenía algunas cosas sentía que otras se fugaban como agua entre las grietas. Tal vez no había visto bien, quizás ese chico no estaba muerto.

-Miharu saltó de un tercer piso- Quizás ella tampoco estaba muerta. Tantos, tantos pensamientos caóticos conjugándose y agitándose sin parar. ¿Dónde dejé mi celular? ¿Por qué tienen otros uniformes? ¿Qué hay a la derecha de las escaleras? ¿Miharu saltó de un tercer piso? ¿Siempre hubo una enfermería en ese lugar? ¿Quién es el hombre del hacha? ¿Pudimos haber sido amigas? ¿Por qué te vez triste? ¿Por qué hay tanto silencio?

¿Cómo llegué aquí?

Un sonido débil se agitó en el aire, un pequeño y agudo cascabel, rebotaba en el silencio hasta llegar a sus oídos, atravesar su cuerpo y continuar su camino. Fue un aviso, una alarma que detuvo de golpe todos sus brumosos pensamientos y la arrastró de vuelta. Miró hacia atrás, la clase ubicada en frente de la suya, su puerta se había abierto, comenzó su resceso. 

Paralizó su corazón, la imagen del tumulto de estudiantes de negros uniformes manando por la puerta, avanzando en su dirección, llenando el pasillo. Lili apuró su paso con el temor de quedar atrapada entre ellos, probó cada pestillo que se le cruzó hasta que por fin uno se abrió. Se ocultó dentro de aquel salón, cerrando la puerta suavemente para no alertar a los extraños.  

 La penumbra la increpó, de fresco alivio y soledad, se permitió un suspiro. Pero allá en un rincón bañado por la luz que se colaba entre las cortinas, los sollozos y resoplidos contenidos le invitaban a acercarse, lentamente, haciendo eco de sus pasos caminó hasta aquel punto, encontrándose con una pequeña bola temblorosa, de cabello naranja y alborotado. 

Al notarla levantó su rostro y la distinguió entre las sombras con los ojos perturbados al borde de las lagrimas.

-¿Lili?-

¿Era un tercer piso? Parecía mas alto.  

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