sábado, 13 de enero de 2024

La Caja del Caos Capitulo 3

 


Capítulo 3- RECESO.


-A veces siento que la vida es un sueño, un largo y tedioso sueño del que no puedo despertar, que afortunados deben ser los que ya han escapado, por eso yo no puedo llorar por ellos.-



-Esta muerto- 

Sus sollozos angustiados eran bañados por la luz del sol, allí en un pequeño rincón, aferrado a su propio cuerpo, como si este fuera a desmoronarse, el miedo se deslizaba desde el interior de su cabeza hasta el ultimo centímetro de su ser y lo estremecía. Un contraste singular se alzaba frente a él, de pie bajo la sombra, el filo de la penumbra no lograba perturbar su semblante sereno y compuesto, observando a su contrario sin emitir juicio alguno. 

-Deja de llorar- Ordenó con un tono apático. 

-Pero nuestro compañero...-Intentó explicarse con dificultad, la voz quebrada y casi sin aire, pero fue interrumpido al instante. 

-Yo también lo vi, desde la ventana de la clase- Aclaró.

El alivio momentáneo fue cortado secamente tras la repentina partida de la muchacha. -¿Lili? ¿A donde vas?- Se incorporó lo mas rápido que pudo y le siguió a trompicones. 
Con insistencia buscaba respuestas en ella, pero no obtuvo mas que una mirada tajante, Lili lo increpó para que se mantuviera en silencio y no llamar la atención. Bajaron las escaleras y se dirigieron a la entrada, donde, para su sorpresa, el cuerpo de su compañero de clases ya no estaba. En su lugar solo quedaba la mancha rojiza, que comenzaba a ser absorbida por la tierra. Lili ojeó su alrededor buscando algo, aunque ni ella sabía muy bien qué. 

-¿Alguien se llevó el cuerpo de Marck?-

Por un momento había olvidado la compañía del pelirrojo, hasta que este se le acercó para poder hablarle en voz baja. Temblaba como un cervatillo recién nacido, resguardándose tras su espalda, podía sentir su calor demasiado cerca, incómodamente cerca. 

-¿De quien?- Cuestionó, apartándose de la asustadiza cría para remarcar cierta distancia. 

-Nuestro compañero de clase- Respondió confuso. La miraba directamente con esos grandes ojos ámbar, del mismo color que la miel, sin inmutarse por su rostro desfigurado. Su expresión le recordaba a la cercenada cabeza de un cordero. 

-Ah... Si, supongo- No era como si pudiera desaparecer. Tal vez quienes lo mataron habían regresado por el cuerpo. 

-¿Por qué?- Susurró Sun con una expresión de pena y consternación, observando el débil rastró de sangre que se desvanecía frente a sus ojos.

-¿"Por qué"? ¿Importa? ¿O siquiera se necesita un motivo para hacer algo así?- Las palabras de Lili eran desalmadas. Pero en la mente de Sun no cabía entendimiento alguno para el horrible acto injustificado que presenció, aunque buscarle sentido fuera inútil, lo necesitaba, no era algo que pudiera controlar. Lili estaba mas enfocada en su entorno, en calma pero siempre alerta, su prioridad era discernir donde se encontraba exactamente y, aun mas, como poder escapar de allí. 

Amagó en dirigirse al portón principal pero fue detenida inmediatamente por el pelirrojo. -Está cerrado- Tartamudeó -Marck intentó salir por ahí antes de que lo mataran- Lili observó el rostro nervioso del chico para luego regresar su mirada al portón, a través de los barrotes de fierro pintado de negro, del otro lado de la calle no consiguió vislumbrar persona alguna y el único sonido que se manifestaba era el barullo distante proveniente de la cafetería. -¿Deberíamos decirle a los demás?- Cuestionó Sun, talvez para distraerla de aquel peligroso deseo de acercarse a los limites del complejo. 

-Si quieres que mueran como ese chico- Respondió ella, ahora concentrada en el muro y sus alrededores. La consternación de Sun se hizo notar, envuelto en miedo y confusión. 
-¿Por qué dices eso?- Le volvió a temblar la voz. 

-Algo está mal con este lugar- Murmuró Lili para si misma. -¿Tienes tu celular?- Se giró de pronto para mirar a Sun, dejando las dudas de este sin resolver. 
-Creo que lo dejé en la clase- Se sobresaltó ante la tan directa pregunta y el brusco movimiento. 

-Necesito que...- Su petición fue interrumpida por el llamado de un tercero. 

-¡Sun!- Agitaba su palma a la distancia un chico de cabello café vestido con su mismo uniforme. 
-Es mi amigo Dess- Aclaró el pelirrojo ante la tensa postura de Lili. 
-Ve- Le ordenó ella con tono bajo. 
-Pero...- Sun dudó intercalando los ojos entre su amigo y la chica. 
-Actúa normal y no hables con nadie de lo que pasó, nos encontramos a la salida en el laboratorio de ciencias- Sun no tuvo tiempo de objetar, entre el insistente llamado de Dess y la inminente partida de Lili, solo le quedó regresar al complejo mientras la chica tomó dirección hacia la zona oeste del patio. 

-¿Que te tomó tanto tiempo? Me estaba aburriendo allá- Dess colocó su brazo sobre los hombros de Sun guiándolo al comedor donde los demás chicos los esperaban. 
-Lo siento- Fue lo único que logró decir con algo de timidez. 
-Tranquilo, no te preocupes, tu amigo te guardó una porción de papas fritas- Dess continuó con su alegre conversación, mientras por el rabillo del ojo Sun veía a Lili alejarse. Aun en una situación como esta, ella seguía prefiriendo estar sola. No tenía mas opción, mantener la calma, fingir normalidad, no decirle nada a nadie y esperar por la culminación de las clases. 

Su separación era inevitable, quizás la suerte o el puro azar así lo quiso, tal vez algo aun mas desconocido. Si hubieran permanecido juntos un poco mas habrían visto, merodeando entre los arbustos, al gato blanco. 

domingo, 21 de mayo de 2023

Las Tumbas del Gato Blanco

 El Jardinero cuidaba con recelo sus plantas y flores, su hermoso jardín siempre perfecto, hasta que llegó el gato blanco. El animal lo observó inquisitivamente con aquellos ojos extraños, el derecho de color verde y el izquierdo de un peculiar turquesa. Al principio no le dio mucha importancia, se limitó a espantar lejos aquella peste de su amado jardín, pero el gato seguía volviendo, así que intentó atraparlo, sin mucha suerte. El gato blanco iba y venía a su antojo, lejos del alcance del Jardinero. Una noche el hombre soñó con el gato, con sus ojos extraños y su mirada afilada, soñó como este destruía el rosedal, soberbio, malicioso, como si se estuviera burlando de sus esfuerzos. Al día siguiente se encontró al animal muerto junto a las rosas, estas se conservaban impolutas y exquisitas, como siempre. Aliviado, el Jardinero tomó una pala y cavó una pequeña tumba donde colocó el cuerpo rígido y blanco, para continuar con sus tareas cotidianas. Pasaron un par de días, y sobre el muro cubierto de verdes enredaderas descansaba un gato blanco, al cual el jardinero juró, por aquellos ojos extraños, haber enterrado con sus propias manos. Esto se repitió una y otra vez, incansablemente, un día el gato aparecía muerto, el jardinero cavaba una tumba sin lapida y unos días después el mismo maldito gato volvía, para reírse de él, de su hermoso jardín, con flores marchitas que desprendían un aroma putrefacto, tierra suelta y gusanos, su amado tesoro se había convertido en un cementerio con 500 tumbas donde descansaba 500 veces el mismo gato blanco. 

martes, 7 de febrero de 2023

El silencio de la Luz y la Oscuridad. 2

 

 Cuando Despertemos


Cada vez que cierro los ojos, imagino que soy libre, y durante ese único momento en el que no debo ser la persona que los demás creen, esperan y quieren que sea, en ese instante infinito pero demasiado corto, puedo sentir la calidez de la luz. Desearía poder dormir para siempre... 

Desperté primero, por alguna razón, generalmente no me preocupaba por eso. Pero últimamente él me llevaba a su habitación y me "dejaba" dormir allí. Me inquietaba que algún sirviente se le ocurriera llegar temprano para ofrecer el desayuno o la limpieza, aquello no era un problema en mi recamara, casi nadie iba y jamás entraban sin mi permiso. 

Eran pocas las veces que compartíamos la cama, hacía lo que tenía que hacer, luego se vestía muy prolijamente como siempre y se marchaba sin siquiera mirarme. Me acostumbré a lo rutinario, el cambio era incertidumbre y la incertidumbre era peligrosa.

Solo sabía que debía abandonar rápido su cama y esa habitación. Intenté vestirme a prisa pero sin hacer ruido, para que no despertara. Cuando estaba por ponerme los pantalones el frio de una siniestra mirada, que podía percibir sin ver, me invadió, carcomiendo hasta mis entrañas.  

-Desaparecieron...- Dijo, con tono suave, deslizando un dedo de forma recta hacia abajo, por mi columna. -No tiene caso, cada vez me esfuerzo mas... En hacerlas mas profundas, pero solo duran una noche, un día como mucho- Era atípico que me hablara de esa forma a plena luz del día, me consternaba, aunque no lo suficiente como para ignorar aquel desagradable comentario. 

-Si quieres dejarme una marca que dure ¿Por qué no me marcas con la tinta negra?- Apreté los dientes en una expresión pura de rabia. Lo notó, me había hecho enfadar, y sonrió con satisfacción. 

-Una marca de tinta arruinaría tu hermosa piel, además de que esta prohibido, por supuesto-

-Una prohibición que tu inventaste al igual que el incesto, cuando lo cometes todos los malditos días-

Giré para mirarlo a la cara, me interesaba saber que respondería a aquello ultimo, la contradicción era un rasgo común en mi hermano, pero esto sobrepasaba la hipocresía. Me sostuvo la mirada sin responder, con ese gesto falso de inocencia, haciéndose el desentendido. Desvió los ojos hacia un costado y comenzó a tocarse los labios con la yema de los dedos, ignorándome de forma deliberada.

-Si pudiera dejarte una marca lo haría con la Daga de los Tres Males, la clavaría muy profunda... Aquí- Señaló en su cuerpo desnudo el lugar donde quería apuñalarme. Parecía excitarse al pensarlo. 

En ese momento dejó de importarme que evadiera mis preguntas, lo único en lo que podía pensar era en que tenía que irme de allí, rápido.

-¿Ya te vas?- Me sujetó de la muñeca, deteniéndome, antes de poder levantarme de la cama.

-Podría venir algún sirviente y vernos-

-¿Y que?- 

Su retorica resonó profundo en mi mente, como si la golpeara, la preocupación descendió hasta mi pecho en forma de un palpitar crepitante. ¿No le importaba? Tenía que importarle, era importante... Pero no le importaba. 

-Solo deja que me vaya, ya fue suficiente- Traté de levantarme pero él apretó aun mas fuerte mi muñeca, tanto que creí que me la rompería.

-¡No dije que puedes irte, te iras cuando yo diga que puedes hacerlo!- Su voz se estaba volviendo grave y agresiva, sus ojos lentamente negros como agua estancada. Esto era lo temía, la Oscuridad, clamando por salir.

-Entonces ¿Qué quieres que haga?- Cuestioné acercándome a él, volviendo a meterme en la cama. Debía calmarlo antes de que se saliera de control. 

-Bésame- Ordenó. 

Y otra vez tuve que sacrificarme a mi mismo, de nuevo, como tantas veces había hecho antes. Siempre ha sido así, al menos desde que puedo recordar. No puedo salvarme a mi mismo. 

Me tomó del rosto, atrayéndome hacia el suyo, atrapó mis labios entre sus dientes, filosos como las fauces de una fiera, mordió el inferior hasta hacerlo sangrar y se relamió cual depredador saboreando a su presa. Me empujó sobre el colchón, colocándose encima, mi cuerpo se aplastó bajo el peso del suyo, me inmovilizó sujetándome ambas muñecas, sus ojos se inyectaron por completo en negro. Acercando su boca a mi oído susurró; 

-No te preocupes, nadie vendrá a salvarte-


Pero siempre llega el momento en el que tienes que despertar, allí es donde se encuentran las pesadillas, en la realidad, cuando te das cuenta que esa luz cálida es tan tenue que la sientes morir, y la esperanza se marchita junto con tu felicidad. Tiene razón, nadie puede salvarnos, ¿Será que todavía estamos dormidos? Si es así... ¿Qué pasará cuando despertemos?.


-Nunca nadie podrá alejarte de mi. Ni siquiera tu mismo- Juró con recelo, y disimulada rabia, pero lo que para cualquier otra persona sonaba a puro egoísmo,  de un ser tirano y un alma destilante de maldad, a mi solo me parecía miedo, en desesperación, desde la inseguridad, solo simple miedo. 

domingo, 29 de enero de 2023

El silencio de la Luz y la Oscuridad. 1

 Nacimos Juntos



Nacimos juntos, y posiblemente moriremos de la misma forma. Tenemos demasiados secretos que ocultamos de los demás reinos y un par mas para nuestros propios subordinados. No somos lo que aparentamos, estamos condenados a nuestro propio encierro. -Mi jaula es mi cuerpo-. Nuestra existencia por separado es mala, si fuéramos uno. Nada de esto habría pasado... 


-Por favor...-

Mis ojos estaban vendados pero sabía perfectamente que ni una gota de luz entraba en aquella habitación, así le gustaba a él.

-¿Que suplicas?-

Temblaba ante su voz, daba de lleno en mi oído. Me susurraba de una forma en que hacía helar mi piel. Ya ni sentía dolor en las muñecas y los tobillos, hacía horas que estaba encadenado, desnudo sobre la cama,  con 4 pesados y apretados grilletes que no me permitían moverme. Ya estaba cansado, agotado.

-No mas...-

Dije tratando de que mi voz sonara tranquila, asustarme o angustiarme solo satisfacía sus deseos perversos, alimentando a la oscuridad.

-Pero, hoy es un día importante... Quiero darte un regalo especial ¿No estas feliz?-

Un día importante decía, hipócrita ¡Hipócrita! no hay persona mas falsa, mas hipócrita que tu. Ese día cumpliría 15 años, y se las había arreglado para que nos quedáramos solos, al menos hasta el ocaso. Con unas cuantas sonrisas falsas y algunas palabras amables todos caían a sus pies, todos le obedecían, siempre había sido de esa manera, desde que éramos pequeños. Eso me molestaba tanto, como podía manipular a las personas tan fácilmente, ¿Acaso nadie se daba cuenta? Pero yo podía ver su verdadera forma, no podía engañarme a mi.

-¡¡No escuché tu respuesta!! ¿No estas feliz?-

Me apretó la mandíbula, haciendo que quedáramos frente a frente, podía sentir su respiración sobre mi rostro.

-Tal vez deba hacer lo que a ti te gusta para que me respondas... -

-... Si...-

-¿Que? ¿No te escuché?-

-Estoy feliz, me haces feliz-

-Que bueno-

De seguro estaba sonriendo con esa sonrisa falsa de niño bueno que  no mata a una mosca, yo no tenía ganas de pelear, siempre salía perdiendo de todas formas. Solo tenía que aguantar hasta que acabara, estaba tan acostumbrado a la tortura y al sexo violento que ya ni me quejaba.

-Sabes que te amo ¿Verdad?-

-Lo que me faltaba-

Me acarició el pelo hacia atrás y me lamió sobre el golpe que me había hecho anteriormente, cerca de la comisura del labio, su lengua fue subiendo por mi rostro hasta llegar a mi oreja, luego la mordió con mucha fuerza.

-No me muerdas por favor-

-¿Por que no?-

-Me duele...-

-Eso quiere decir que te gusta-

-Estas tan jodidamente loco-

En ese momento, al escuchar aquello, me golpeó el rostro con rabia, yo apenas emití un leve quejido, ya me esperaba esa reacción.

-Ya te dije que no me gusta que hables con ese vocabulario vulgar y mucho menos a mi... ¿Harás que te castigue de nuevo?-

-Lo vas a hacer de todas formas...-

-¿Que pasa? ¿Estas de mal humor? ¿No te estoy tratando bien?-

-No quiero jugar hoy, solo es eso-

-No digas esas cosas, me lastimas-

Me acogió entre sus brazos y me  apretó fuerte contra su pecho, luego me besó. Después de unos minutos devorándome la lengua y los labios me soltó para dejarme respirar.

-Sabes que te amo, te amo mas que a nadie-

Era mentira, lo se. Una persona como él no puede amar, no es su culpa, es algo de con lo que nació, creo que él sabía esto tanto como yo pero se mentía a si mismo para darse alguna tranquilidad, para mantenerse cuerdo. Al contrario, yo no lo odiaba, no podía, no tenía esa capacidad, yo lo amaba y no quería hacerlo. Era el único que podía matarlo y salvarnos de la oscuridad, pero no podía, no quería hacerle eso. En definitiva éramos cómplices, él deseaba algo que yo tenía y yo quería algo que él poseía. No era nuestra culpa haber nacido así, por eso no lo odiaba, solo odiaba que fuera hipócrita, tanto como yo lo era.

-Te quitaré la venda... ¿Quieres luz verdad?-

-No, me gusta la oscuridad-

-Pff... Tus mentiras hacen que quiera violarte mas fuerte-


Quiero sentir su dolor, pero no puedo...


-¿Te gusta que te penetre de esta forma?-

-Hhhh... hhh...-

-Puedes gritar si quieres, puedes rogarme que pare, mientras lloras y te quedas sin aire-

Aunque lo intente con todas sus fuerzas, no puede hacer que sienta ese dolor. Puedo fingir que me fastidia que me haga esto, que no me gusta, que lo detesto, puedo fingir eso pero no puedo fingir que lo odio.

-Hazme feliz, solo esta vez-

-... No, no ¡Basta! aah aahaah-

Me embistió una y otra y otra vez hasta que se me entumecieron las piernas y ya no puede correrme mas, luego de eso solo me puso en cuarto patas y me lo hizo de la misma forma por atrás, tantas veces que perdí la noción del tiempo, no paró hasta que a él mismo le empezó a doler continuar.

Terminamos, por fin, me desencadenó, comenzó a arreglarse y a vestirse. Volviendo a ponerse su maldita mascara de chico perfecto y amable.

-Feliz cumpleaños, te quiero mucho hermano-

-...-

Yo, sentado al borde de su cama, desnudo aún, me lamía las heridas de las muñecas. Lo miré de reojo, como sonreía amablemente, fingí ignorarlo.

-Apresúrate, debes alistarte para la fiesta, todos están esperando muy emocionados abajo, estuvieron trabajando mucho en la decoración y demás preparativos, sería muy mala educación llegar tarde-

-Tsk...-

¿Por qué? ¿Por qué no podía ser él mismo? ni siquiera conmigo, ni siquiera en la cama por mas de unos minutos. Te quiero así como eres, no es algo que vaya a decirte jamás, y se que no es lo que quieres escuchar. 

-Nos vemos abajo, no te tardes...-

-Hermano... Feliz coronación-

-Querrás decir "feliz cumpleaños"-

Y se fue, dejándome allí solo, en la oscuridad de su habitación, desnudo, completamente vulnerable, podía jugar conmigo a su antojo. Ese día no era importante por ser nuestro cumpleaños, no habían hecho una fiesta por ello, no, era su coronación. Mi hermano se convertiría en el Rey de los 8 reinos.


Yo permaneceré en la oscuridad, encerrado en lo mas profundo donde la luz no llega y tu, tendrás tanta luz que cegaras, encantaras a todo el que te mire, estarás en lo mas alto. Pero yo no sentiré dolor, ni miedo, ni odio, a diferencia de ti. Nacimos juntos y moriremos juntos, nuestra existencia por separado solo atrae el caos, la destrucción, la desgracia y la muerte, si hubiéramos sido uno solo... ¿No nos sentiríamos aun mas solos? porque solo tu puedes ver la luz que encierro y solo yo puedo ver la oscuridad que escondes...


-Nunca podrás escapar de mi, mi amado rayito de luz- Murmuran en silencio, la oscuridad de tu arrogancia y tus anhelos macabros. 

sábado, 15 de enero de 2022

Como Matar a un Alfa. Parte 4

-Ey niño ¿Quieres algo de comer?, te daré una buena comida si me ayudas a limpiar la bodega- Me propuso el dueño de la licorería, hacía un par de horas que andaba deambulando sin rumbo, mamá estaba en el hospital y yo me retorcía de hambre. A mi pesar acepté el trabajo que me ofrecía ese desagradable alfa. En un par de meses se cumplirán 10 años de aquello. 

Dicen que la primera vez nunca se olvida, en mi caso es totalmente cierto, ahora mientras limpio la sangre de la escena de un crimen todavía puedo recordar ese momento, el momento en el que deje de tener miedo y me negué a resignarme a la vida de un omega. 

-Alice ¿Ya terminaste con el baño?- Preguntó uno de mis compañeros de trabajo. 

-Solo me falta una parte de la bañera- 

Charles soltó un silbido mirando alrededor de la habitación - Impecable como siempre, ja ,nadie pensaría que una mujer fue desmembrada aquí- 

-Para eso nos pagan ¿No?- Ya estaba desencantado de lo sencillo que era borrar de la faz de la tierra los sucesos mas horrorosos y violentos que ocurrían casi a diario. Deberían quedarse grabados en la mente para siempre pero el ser humano puede acostumbrarse a estas cosas, en mi caso, hasta el punto en que ya no te genera ningun tipo de sentimiento, era solo un cuarto mas que limpiar. 

-No se por que la gente es tan reacia a este trabajo, una vez que te acostumbras al hedor es como limpiar cualquier otra cosa, solo digo- 

Las personas que se dedican a esto son bastante particulares, terminan trastornándose o se desensibilizan por completo, como Charles, llevaba el suficiente tiempo en este negocio como para tomarse un descanso para comer algo luego de haber limpiado restos de sesos de una pared. Siempre me recriminaba que me esforzaba demasiado, si terminaba muy rápido quizás los jefes nos quitarían nuestra media hora de descanso. Pero cuando estas limpiando tu propia escena del crimen ser rápido y perfeccionista es una necesidad, aunque este no era el caso, quizás en algún momento habría desarrollado un trastorno obsesivo compulsivo.  

-Por cierto- Continuó Charles mientras yo refregaba cada superficie de la tina de manera mecánica y repetitiva. -¿El niño rico volvió a coquetearte?- Se refería al Detective encargado del caso del Asesino de Alfas, siempre que nos encontrábamos me saludaba y si tenía algo de tiempo intentaba hablarme. 

-Le dije que esperaba que se encontrara pronto con el Asesino de Alfas- Comenté, haciendo que Charles se echara a reír, pero yo hablaba muy enserio.  

-Tienes un par de huevos enormes- Decía entre lagrimas. -Hablarle así a un alfa de clase alta, tienes suerte que el tipo este loquito por ti, desearía poder hablarles así también, pero tengo un lindo rostro que cuidar- Se acariciaba las mejillas fingiendo una expresión afligida. -Aunque me da un poco de lastima el niño rico, es como un cachorro lloriqueando por tu atención, y tu lo tratas como si fuera una gorda y ruidosa mosca- 

-Tu eres una mosca gorda y ruidosa ¿No tienes una moquete que vaporizar?- Le recordé, un poco arto de su banal tema de conversación. 

-Tu crueldad lastima mis sentimientos- Se dio media vuelta saliendo del cuarto de baño. 

-No tienes sentimientos Charles- Afirmé, elevando mi voz al sentirlo alejarse. 

-¡Tu tampoco Alice!- Exclamó desde la sala, devolviéndome el cumplido. 

La mosca se estaba volviendo cada vez mas molesta, pero solo podía ignorarla, desearía poder aplastarla contra la ventana pero la mancha que dejaría sería imposible de limpiar y esa era una de mis mas importantes reglas. 

-No mates nada que no puedas limpiar- Murmuré escurriendo el trapo hinchado en lejía y sangre.  

Al terminar el trabajo mi compañero me invitó a tomar unos tragos, yo lo rechacé advirtiendo que ambos necesitábamos un buen baño y que tenía que ir a ver mi madre. Pasé por la tienda para comprar la cena y luego me dirigí al modesto apartamento donde vivía. Prendí la luz al entrar, una voz débil se escuchó a la lejanía.  

-¿Eres tu Alice?-

-Soy yo mamá, voy a preparar la cena- 

-¿Como estuvo tu día? ¿Tomaste tus supresores?- Su silla de ruedas se encontraba donde siempre, frente a la ventana de la sala de estar. A mamá le encantaba mirar por la ventana, nunca entendí que tanto veía, supongo que era mejor a ver la estática en la televisión. 

-Ya no necesito los supresores- Murmuré. 

-Tienes que tener cuidado, las calles son muy peligrosas- Dejé que su voz sonara mientras hervía el agua para preparar unos fideos. -Un omega no debería andar solo por ahí, si no tomas tus supresores podrías tener un accidente. -Las burbujas en la hoya se elevaban y reventaban con furia en la superficie. -Deberías conseguir una pareja que pueda cuidar de ti, me preocupa que te quedes solo, yo no estaré aquí para siempre- Una voz dulce, suave y apagada, que resonaba en mi cabeza como la estática. 

-Ya casi está la cena- Tomé su silla de ruedas y la coloqué frente a la mesa. Luego serví dos platos, uno frente al otro, me senté y comencé a comer. 

-Te digo esto por tu bien hijo, no quiero que te pase lo mismo que a mi- 

El tenedor se quedó quieto en mi mano. 

-No soy como tu- Mis dientes rechinaron- No soy una pobre oveja resignada, no voy a dejarme consumir- Mis ojos oscurecidos de rabia se clavaban en el plato. 

-Te amo mucho hijo- Y esa sonrisa cálida contrastando con la desgastada mirada, cansada y vacía, rodeada de negras ojeras. 

-También te quiero mamá- Alcé mi rostro frustrado y empañado en lagrimas para responderle a una silla de ruedas y un plato vacío. 

Tal vez me convertí en un monstruo, pero al menos estoy vivo, tu amor y preocupación no te sirvió de nada, ellos mataron tu alma y decidiste convertirte en un cuerpo hueco, dejándote morir lentamente, agonizando en silencio, conformándote con lo que te había tocado. 

-Encontré un remedio mas efectivo que los supresores- Lavé mi plato y antes de apagar la luz de la cocina saludé al recuerdo del hombre que una vez había sido mi madre, que seguía repitiéndose en mi cabeza como una canción en bucle. -Buenas noches mamá- 

-Buenas noches Alice- 

jueves, 18 de noviembre de 2021

Amor Enemigo. Capítulo 1

 

Capítulo 1- Cuidado con el hoyo en el piso

En un tiempo extraño, anclado como un buque hundido, en un sitio lejos de todo lo conocido, sobre el inmenso e interminable océano, se alzaba sobre las aguas la corona de vida y muerte; El Reino de la Luz y la Oscuridad.  Ocho islas le formaban, siete dadas a los siete hijos de los Dioses Madre, cada Dios Creador había tomado una isla y dado a luz a sus habitantes, para consagrar su propio reino. Siete subreinos separados por sus mares, juraron por los Dioses Madre serles fieles al Gran Rey de la Luz y la Oscuridad. 

En La Isla del Hielo sus habitantes tenían fama por ser unos bárbaros, los hombres mas fuertes, rudos y toscos de aquellas tierras . Bendecidos por un verano eterno y asediados por la funesta "Viuda Blanca" , la mas grande y terrible tormenta de nieve jamás vista, se formaba únicamente, y una vez al año, sobre los cielos de aquella isla. 

La Isla del Fuego, rumoreaban que aquellas personas no eran de fiar, era sabido que podían llegar a ser bastante tramposos,  demasiado astutos y  muy poco escrupulosos. Reyes en el arte de engañar y manipular, hacían todo por propio beneficio, insaciables ante el apetitoso y peligroso deseo de poder, lo tomaban todo, lo consumían todo. 

 La Isla del Sol era todo lo contrario a la anterior nombrada. El orgullo, el honor, y el estatus significaba todo para estas personas, sobre todo para la nobleza, mantener una postura respetable y acorde con su posición social era lo primero en su lista de prioridades, aunque nunca lo reconocerían en voz alta. También eran algo testarudos, creían firmemente que las cosas debían hacerse a su manera. 

La Isla de la Luna era un lugar misterioso, con un pasado escondido, muchas leyendas circulaban a su alrededor, personas de tradición, los únicos pacifistas de todos los reinos, tenían prohibido utilizar la violencia contra cualquier criatura viva, y jamás se les veía de día. 

La Isla del Mar. Los mejores comerciantes y navegantes por naturaleza, sus extravagantes y compulsivos gustos los había llevado a adquirir los tesoros mas bastos y exóticos. Ligeramente codiciosos, coleccionistas compulsivos, para un reino que vivía ahogado en la riqueza tendían a minimizar el valor de las cosas importantes, aquello que no podían comprar. 

La Isla del Cielo, se decía que de aquel reino sus habitantes habían descendido desde los cielos, y compartían un par de rasgos característicos, una piel blanca y tersa, unos hermosos ojos de aquel color tan limpio y puro. Pero que su belleza no los confunda, eran estrategas crueles, fríos, calculadores, sumamente inteligentes. Como el canto de una sirena, estas personas podían ser tu perdición si bajabas la guardia ante sus encantos. 

Y por ultimo estaba La Isla de la Tierra,  sus personas eran modestas y cálidas , honestos trabajadores, gente sencilla y amable. Los mejores sembradores, labradores y pastores. Tenían fuertes guerreros y un enorme ejercito, pero también un reinado gentil y justo. Para ellos la fuerza sin bondad no era verdadera fuerza.  

Estas siete islas formaban un arco alrededor de la octava isla, la isla central, la mas grande de todas, donde estaba ubicado el gigantesco palacio de la Luz y la Oscuridad que albergaba a toda su descendencia. Esta construcción era impenetrable y solamente unos pocos pertenecientes a la nobleza tenían el privilegio de ver los secretos que guardaba. En La Isla de La Luz y La Oscuridad había un palacio por cada sub-reino, los jóvenes de la nobleza y descendientes al trono junto a los futuros miembros del ejercito  vivían en ellos un tiempo para aprender a proteger a su pueblo del ataque de los enemigos.  En efecto allí era el único sitio donde coexistían todos los reinos. 

Nuestra historia comienza el día de la iniciación, donde, como la tradición ordenaba, los príncipes de cada reino debían dictar el antiguo juramento en la cámara sagrada ubicada dentro del palacio de La Luz y La Oscuridad, bajo la mirada oculta de su Príncipe. Ese día el ultimo en pasar a la cámara fue Karo, heredero al trono del Reino de la Tierra, un muchacho con la piel curtida y atezada por el Sol, el cabello negro como la noche mas oscura y unos gentiles ojos color chocolate, el alto y musculoso muchacho apenas aparentaba sus 17 años, y a simple vista no parecía tener nada que ver con la nobleza puesto que llevaba ropas muy sencillas y cómodas. 

- ... por eso yo, Príncipe de la Isla de la Tierra, en el nombre de los caballeros de la Luz y la Oscuridad juro serles leales hasta el día de mi coronación- Exclamó el muchacho arrodillado frente al Testigo, quien aprobaba si este podía vivir a partir de ahora en el Reino de  su Señor, el Príncipe de la Luz y la Oscuridad. 

- Bien, es el ultimo, con esto damos fin a la ceremonia de iniciación, puede volver a su palacio. Mierda, creo que deje la caldera en el fuego...- Sentenció el hombre para luego salir corriendo dejando levemente extrañado a Karo por su fugaz partida. 

- ¡Por fin terminó!- Suspiró con alivió y cansancio el Príncipe, incorporándose. - Siempre me dejan para lo ultimo- Protestó saliendo de la cámara, encontrándose en la entrada con su Cónsul un joven de cabello castaño, de aspecto prolijo y pulcro, escondía sus afilados ojos color miel tras unas gafas rectas. Era su mano derecha, prácticamente su secretario, aunque a veces Karo pensaba en Denis como en su segunda madre, una bastante estricta y mandona. Denis había estado con Karo desde que este tenía 12 años, el joven príncipe lo consideraba parte de su familia aunque el contrario siempre se esforzaba en mantener una relación estrictamente Cónsul-Príncipe. 

- Ya me cansé de estar parado... y me di cuenta ¿No falta algo?- Karo rascó su cabeza tratando de pensar que se le había olvidado. 

-Debemos apresurarnos y volver a la Casa de los Caballeros de la Tierra, Príncipe Karo, no querrá que el enemigo nos ataque desprevenidos-Denis no le prestó mucha atención a aquello ultimo y trató de apurar a su lento y despreocupado Príncipe.

-Por mi esta bien, ya quiero regresar pero... Recién terminó la iniciación ¿Crees que ya estén planeando algún ataque? Denis- Cuestionó llevando sus manos tras su nuca como un gesto relajado.

-Quien sabe, nunca debe confiarse del enemigo o lo destruirá sin piedad- Denis podía decir cosas terribles con una serenidad preocupante.  

-Si, creo que si- Pero en el fondo Karo sabía que solo intentaba que llegaran rápido al palacio para ponerlo a trabajar, como de costumbre. Soltó un nuevo suspiro, echando la vista hacia arriba y contempló el cielo. 

 En ese mismo momento los dos Príncipes de reinos enemigos, unidos por el hilo rojo del destino, cuyos corazones estaban profetizados a encontrarse, como una versión homosexual de Romeo y Julieta... Chocaron sus cabezas torpemente, porque el estúpido no se fijaba por donde iba. 

-¡Ow! Duele, duele- El Príncipe Karo terminó de culo en el piso agarrándose del mentón, la parte que había sido golpeada en el impacto. 

-¿Príncipe Karo, se encuentra bien?- Preguntó Denis. 

-Ach, debí darme la cabeza contra una una pared de ladrillos- Se quejó el chico con quien se había chocado. Este también había terminado en el piso, y se agarraba la frente donde enseñaba una marca roja por el golpe. 

-¡Príncipe Jul! ¡Príncipe Jul!- Se acercó corriendo, chillando histéricamente,  un hombre de largo cabello lacio, de un tono lila muy claro, y esos característicos ojos celestes que pertenecían a los del Reino del Cielo. -¿Esta herido? ¿Se encuentra bien? ¿Le duele algo? ¿Cuántos dedos ve?- Se movía nerviosamente alrededor del chico al cual Karo había derribado, haciéndole una pregunta tras otra sin darle tiempo a responder.-Esto es terrible, es una catástrofe, no, es un desastre de proporciones mayores, esto es una verdadera mier-

-¡Cálmate Yossel!- Lo interrumpió alzando la voz con fastidio. -Estoy bien, no es para tanto- Continuó mas sereno quitándose el polvo de su uniforme con las manos. 

-Mi Príncipe, estaba tan preocupado- Suspiraba aliviado aquel hombre llamado Yossel mientras intentaba ayudar a su Príncipe a levantase.  -¡Tenían que ser los de la Isla de la Tierra! No se esperaría menos de gente tan bruta, sucia y barbárica como ustedes- 

- Mira quien lo dice. Ablando de gente mentirosa y sin escrúpulos, el estar en presencia de tanta hipocresía me produce nauseas- Fue Denis quien se encargó de contraatacar, de manera despectiva, aquel insulto por parte de su contrario. 

Mientras los Cónsules comenzaban una guerra verbal entre ellos, Karo había quedado cautivado por la apariencia del joven con quien se había pechado. 

-¿Esta persona... podría ser?- Pensaba el pelinegro, observando aquellos ojos como dos pedazos de cielo, el derecho adornado por un pequeño lunar. El otro chico aun se sacudía el polvo de su impecable uniforme de color verde oscuro, su cabello castaño tocaba sus hombreras y lo que mas resaltaba era un mechón blanco en su cerquillo. -¿Tu eres el Príncipe de la Isla del Cielo?- Se atrevió a preguntar el pelinegro que aun permanecía en el suelo. Karo nunca había conocido a otro Príncipe en su vida, así que la presencia de su igual le llamaba mucho la atención. 

Ante aquella pregunta el Príncipe de los hermosos y abrumadores ojos celestes clavó su mirada sobre el joven en el suelo y con un semblante noble le respondió.

-Solo hay una forma de resolver esto- 

Y al instante siguiente desenvainó su espada y cambió su mirada a una terrorífica que destilaba su sed de venganza. 

-Te cortaré la cabeza y con los ladrillos de tu cráneo me construiré una estufa nueva- Ensanchó una sonrisa diabólica apuntando su espada a la cabeza de Karo. 

-¿¡EH!?- Nuestro pobre Karo había caído en la trampa mortal de aquellos ojos. 

-¡Bien dicho Príncipe Jul!- Lo aplaudió su Cónsul. 

-Como detesto a estos hipócritas doble cara- Murmuró Denis entre dientes acomodándose los anteojos. 

-¿Eso quiere decir que quieres tener un duelo conmigo?- Le cuestionó Karo, al tiempo que se incorporaba del suelo por su cuenta. 

-Llámalo como quieras cabeza de ladrillo- 

-Tsk, cuida tus palabras o voy a hacer que te arrepientas- Aquel joven de carácter arrogante y repulsivo había logrado lo que muy pocos podían, hacerle enfadar. 

-Ja ja ja- El castaño soltó una risa sarcástica- ¿Además de estúpido eres cómico? Creo que ya lo he visto todo- La imponente presencia del pelinegro no lograba intimidarlo en lo mas mínimo. -¡Me haces perder el tiempo!- Exclamó con el ceño fruncido, formando una mueca de fastidio mientras tomaba una postura de batalla. 

Y así, con esta ultima burla por parte del Príncipe Jul comenzó la feroz batalla entre estos dos bandos enemigos... 

No, no, no ¡Esperen! ¡No se supone que suceda así! Sus miradas tendrían que haberse cruzado de forma cautivadora, sus corazones tendrían que haberse tocado en una mágica conexión única y profunda y todo esa sarta de cursiladas, así se darían cuenta de que por fin se habían hallado el uno al otro ¡¡Ya lo había dicho antes!!

-¿De que puto manga shojo para heteros sacaste eso?- Cuestionó Jul. 

-Esas cosas no pasan en la vida real- Aclaró Karo. 

Yo soy la jodida narradora y decido lo que sucede en la jodida historia ¡Si quiero un puto momento shojo lo voy a tener! ¡MALDICIÓN!

-Debe estar con abstinencia- 

-Como sea, solo ignórala. ¿Dónde estaba? ¡A si! ¡A punto de destruirte!- 

De esa forma, ignorándome completamente, continuaron con su lucha sin sentido, tratando de defender el orgullo de sus reinos. 

-Eres bastante fuerte para tener un cuerpo tan pequeño y delicado- Comentó Karo al tiempo que detenía una estocada de su contrario. No había maldad en este comentario pero la forma en que lo dijo no le hizo en gracia a Jul, no podía tomárselo como un cumplido y menos viniendo de él. 

-¿No has aprendido nada? ¿O eres mas tonto de lo que pensé?- 

La expresión de Karo se tensó y apretó los dientes tratando de contener su rabia mientras el castaño lo empujaba hacia atrás con los movimientos de su espada. 

-No te dejes llevar por las apariencias, y menos de tus enemigos- Formó una media sonrisa y arremetió contra el pelinegro, desgarrándole la ropa con su filo.  -Es bastante musculoso...- Pensó Jul ignorando el sonrojo sobre sus mejillas mientras se deleitaba con la vista de aquel torso bien formado. -¡Eso esta bien para un bruto!- Sacudió la cabeza un poco intentando volver a concentrarse, no podía dejarse vencer por los encantos de su contrincante. 

-¿Por qué tenias que llegar tan lejos?- Se lamentaba Karo por sus ropas destruidas. 

-Porque es mi deber como Príncipe humillar a mi peor enemigo con el filo de mi espada- 

-¿"Peor enemigo"? Pero si recién nos conocemos- Karo no podía terminar de entender a aquel chico, ¿Y que tenía que ver todo eso con su pobre ropa?. 

-Yo soy el Príncipe de la Isla del Cielo y tu eres el Príncipe de la Isla de la Tierra, nuestros reinos han sido enemigos desde antes de que tu nacieras- 

-¿Eh?- Digamos que Karo no era la persona mas estudiosa del mundo, así que esos bastos conocimientos de política e historia no estaban dentro de su entendimiento. 

-¿Y te haces llamar Príncipe? Ni siquiera conoces a los enemigos de tu pueblo. Bueno, mejor para mi, será mas sencillo derrocarte... Si es que llegas a ser Rey-  

-¡CÁLLATE !- Invadido por una ferviente furia Karo dirigió su espada hacia su enemigo. Sus estocadas eran rápidas y severas, obligando a Jul a retroceder hasta quedar atrapado contra un muro. En un golpe limpio Karo se deshizo de la espada de su contrario lanzándola fuera de su alcance, y calvó su filo a unos pocos centímetros del cuello del castaño destrozando el fino revoque de la pared. 

-Tu no sabes nada, solo eres un mocoso mimado que no sabe absolutamente nada del esfuerzo y del trabajo- Aquellos ojos marrones con esa mirada severa se clavaron en los de Jul, quien buscaba inútilmente algún plan de escape. 

Cuando la batalla estaba a punto de darse por perdida para el Reino del Cielo, un mensajero llegó entregándole una carta al Cónsul Yossel. 

-Príncipe Jul tenemos que regresar inmediatamente a palacio- Le alertó luego de ojear el contendido de la carta. 

-Bueno creo que ya se me acabó el tiempo- Habló dirigiéndose al pelinegro, apoyando dos dedos sobre la parte plana de la espada para alejarla de su cuello. -Pero continuaremos otro día ¿Quiere Príncipe Karo?- Enseñó aquella sonrisa tan fingida. Karo se limitó a soltar un bufido sin responderle nada. 

Jul dejó el duelo como suspendido y se reunió con su Cónsul para regresar a su palacio. Mientras el Príncipe del Reino de la Tierra observaba a aquel chico de los peligrosos ojos celestes marcharse, perdiéndose de vista luego de cruzar una de las cuatro puertas de la muralla que rodeaba el Palacio de la Luz y la Oscuridad.     

-Será mejor que nosotros también volvamos- Le aconsejó Denis acercándose a él. 

-Si...- Karo no podía evitar sentir que había algo en ese Príncipe, como si ya lo hubiera visto antes, pero eso era imposible, de seguro solo eran ideas suyas. Y convenciéndose de que no era nada resolvió retirarse al fin de aquel enorme palacio y regresar a su propio enorme palacio. 

... 

Ya en la Casa de los Caballeros del Cielo, apodados así cada palacio en la Isla de la Luz y la Oscuridad que representaba a su respectivo reino, se había convocado a una reunión de emergencia por motivos aun desconocidos para el Príncipe Jul. 

-Yossel dime que ha sido tan importante para dejar un duelo a medias- 

Alrededor de la mesa se habían juntado los consejeros del Príncipe y los puestos mas altos de su ejercito, a la derecha de su majestad  se encontraba el Cónsul Yossel entregándole aquella carta tan importante. 

-Si mi Señor, me han entregado una carta escrita por el mi mismísimo Príncipe de la Isla del Mar- 

-¿Una carta de Miki?- Jul se colocó sus lentes de lectura para ojear dicha carta. -No veo faltas de ortografía ni caritas dibujadas, de seguro la escribió su Cónsul- 

-Antes de la ceremonia de iniciación un preciado objeto fue robado de la Casa de los Caballeros del Mar- Explicó Yossel al resto de los presentes.-También dice que el Príncipe vendrá a vernos-

Antes de que el Cónsul Yossel pudiera terminar de hablar las puertas de la recamara se abrieron de un golpe brusco. 

-¿¡Donde esta!?- Tras ellas apareció un niño de cabello turquesa y ojos azules como lo profundo del mar. Entró en la sala pateando todo lo que estuviera a su alcance, hecho una verdadera furia. 

-Hola Miki- Lo saludó Jul sin inmutarse por los arrebatos del menor, observando serio como sus consejeros y los valientes miembros de su ejercito habían desaparecido, resguardándose del niño bajo la gran mesa. 

-¡¿Dónde está!? ¡¿Donde la tienes!?- Continuó el Príncipe Miki parándose sobre la mesa. 

-¿De que estas hablando? No te pares sobre los muebles- Jul se mantenía imperturbable, tratando de contener sus ganas constantes de matar al menor. 

-Sabes de lo que hablo ¡No te hagas el tonto! Sabes que mi gema fue robada antes de la iniciación. Quiero que me la devuelvas ¡DEVUÉLVEMELA!- El mocoso, aun sobre la mesa, se hincó frente a Jul y lo sujetó del cuello de su uniforme para gritarle aquello en la cara. 

-¡Cálmate!- Le dio un manotazo para que alejara sus sucias manos de su persona, encontrándose al borde de perder la paciencia. -No puedo darte algo que no tengo, además ¿Cómo estas tan seguro de que yo la robé?- Le cuestionó sacando un pañuelo para limpiarse la saliva que el menor le había escupido en la cara al gritarle.  

-Mis guardias vieron a algunos de tus hombres merodeando mi palacio antes del robo- Se explicó el menor un poco mas tranquilo, tomando asiento frente a Jul sobre la mesa, como si no hubieran muchas sillas vacías alrededor. 

-Eso no puede ser...- Murmuró Jul ligeramente consternado. 

-Ya no importa, como somos amigos te perdonaré si me la devuelves ahora- Miki extendió su mano frente a Jul esperando que este depositara dicha gema en ella.

-Te lo dije, no puedo darte algo que no tengo- 

-Entonces nuestra alianza será revocada- Se incorporó quedando nuevamente parado sobre la mesa. -¡Me vengaré por esto Jul!- Amenazó, señalando al castaño con su dedo acusador. Se dio la vuelta con indignación, haciendo ondear su capa,  caminó por la mesa hasta llegar al borde de esta y saltó al piso, cerrando las puertas con otro fuerte y maleducado golpe al salir. 

-Que niño mas terco- Suspiró Jul  frotándose las sienes con cansancio. Mientras las cabecitas de sus subordinados comenzaban a asomarse por los bordes de la mesa ante la ausencia del joven Príncipe del Reino del Mar.

-¿Que vamos a hacer Príncipe?- Cuestionó Yossel con real preocupación.  

-Tenemos que descubrir quien robó la gema de Miki o estará enojado conmigo para siempre- Volvió a soltar un suspiro cargado de frustración - Lo que me faltaba- .

-Lo noto fatigado mi Príncipe- 

-Iré a descansar un rato a mi alcoba- Jul se incorporó de su asiento y pasó junto a Yossel dirigiéndose a la puerta. -General- Llamó la atención de esta, haciendo que saliera de debajo de la mesa en menos de un segundo y se parara tensa en posición de saludo militar. -Mande a las tropas para que se encarguen de ese asunto- 

-Si su majestad- Respondió al instante. 

-¿Pero y si los Caballeros del Reino de la Tierra quieren tomar venganza por lo de hoy?- Comentó Yossel refiriéndose al desafortunado encuentro de aquella mañana. 

-En ese caso los estaré esperando con los brazos abiertos y los puños cerrados- Respondió Jul mostrando una sonrisa y una mirada siniestra. 

-¡Bien dicho mi Señor!- Volvió a ovacionarlo el lame botas de Yossel.

Dando la reunión como acabada el Príncipe Jul se retiró a descansar a sus aposentos para recuperar fuerzas. 

...

Mientras tanto en la Casa de los Caballeros de la Tierra, Karo aun seguía lamentándose por sus ropas destruidas como si no tuviera suficiente oro como para comprarse un barco lleno de camisetas de plebeyo nuevas. 

-¡Para tu información era mi camiseta favorita!- Karo suspiró resignado, no tenía caso discutir conmigo, su amada camiseta ya estaba en un mejor lugar ahora. -Ese maldito Príncipe mimado- Solo le quedaba quejarse con su mamá, Denis. 

-Realmente fue un gran insulto para nuestro Reino. Pero él escapó cuando estaba perdiendo, como una vil rata-  

-Solo han pasado unas cuantas horas y ya comenzamos con las luchas... Tal vez tengas razón después de todo- Karo observaba su camiseta rasgada completamente abatido. Pero no se sentía triste solo por la camiseta y Denis conocía la verdadera razón. 

-Príncipe Karo...- Apoyó su mano sobre el hombro del príncipe para darle algo de consuelo. 

De pronto las puertas del cuarto se abrieron de una patada brusca, porque por algún motivo todos quieren hacer las malditas puertas giratorias, dejando ver a un hombre musculoso de piel bronceada, cabello negro y ojos marrones aun mas oscuros que los de Karo, este imponente sujeto le llevaba una cabeza de altura a su príncipe. 

-¿Es verdad lo que me han dicho?- Fue lo primero que dijo al entrar a la habitación y ver a Karo. 

-¡¡Blad!!- Logrando espantar al joven príncipe con su repentina intromisión. 

-¿Es cierto? ¡¿Esos bastardos de la Isla del Cielo atacaron a nuestro Príncipe?!- Esta vez se dirigió al Cónsul Denis, luego de observar el aspecto de Karo y confirmar sus sospechas. 

-¿Como te enteraste tan rápido?- Karo no entendía como su General supo en tan poco tiempo sobre el pequeño percance de esa mañana. 

-Pocos de mis guerreros vieron la lucha y me contaron- 

-¿Pero que te dijeron exactamente?- 

Blad se veía demasiado agitado e iracundo, al menos mas de lo normal. Karo ya sospechaba que dicha información había sido ligeramente exagerada. 

-Usted fue cruelmente humillado e insultado por el Príncipe de la Isla del Cielo- 

-No, no fue exactamente así Blad- 

-¡¡¡Esto no se va a quedar así, nos cobraremos esto con venganza, hoy mismo raptaremos a su Príncipe y lo humillaremos de la misma forma para luego poder destruir a nuestros enemigos jurados los hijos de puta de la Isla del Cielo!!!- Al general se le estaba por saltar una vena de la frente. 

-No creo que tengas que llegar a tal extremo- Mientras Karo  muy inútilmente intentaba calmarlo. 

-Atacaremos a esas ratas directamente, como una puñalada en el pecho- 

Ahora la mirada sanguinaria del general preocupaba un poco (mucho) a nuestro joven príncipe.

-¿Me estas escuchando?- Le cuestionó Karo. La respuesta obvia era no. 

-No se preocupe Príncipe, usted vaya a descansar, nosotros nos ocuparemos de esto- Le hizo saber su Cónsul, alentándolo a que se retirara de la habitación antes de que la vena en la frente de Blad explotara por fin y matara a alguien. 

-¡No se preocupe! Al regreso prometo traerle la cabeza del Príncipe de la Isla del Cielo como trofeo- Exclamó Blad al tiempo que le partía el cuello, con sus propias manos, a un animal disecado que había sobre el escritorio. 

-No lo dice enserio... ¿Verdad?- Observó con ojos temerosos a Denis, quien lo empujaba fuera de la habitación.

-Quien sabe...- A su Cónsul no parecía preocuparle mucho la situación. Denis solo quería que Karo descansara un rato antes de ponerlo a trabajar, firmando documentos y aprobando tratados, no podía permitir que su príncipe cayera desmallado por el agotamiento en medio del trabajo como en veces anteriores. 

Sin mas, el Cónsul echó al joven príncipe de la sala, sin dejarle mas opción que retirarse a su cuarto para intentar dormir un poco y descansar del largo viaje que habían hecho para llegar hasta aquella isla. Por su parte el General Blad no perdió tiempo, organizó a las tropas y esa misma tarde partieron al palacio de los Caballeros del Cielo dispuestos a atacarlo y secuestras a su Príncipe. 

... 

Cuando los hombres de Karo, liderados por Blad llegaron a los dominios de sus enemigos, para su sorpresa allí no había nadie, ni un solo guardia. 

-No se dejen engañar, el enemigo debe estar oculto en alguna parte- Habló Blad al resto de su ejercito. Los rústicos hombres se metieron por la puerta principal, con sigilo y siempre alerta, esperando a que esas ratas tramposas los emboscaran en cualquier momento. 

Pero la verdad era que realmente no había nadie allí. Exceptuando al Cónsul Yossel quien vio venir a la tropilla de lejos y sin perder tiempo fue a alertarle a su Príncipe. 

-¡Príncipe Jul despierte! Los mugrosos del Reino de la Tierra están aquí- Entró a la pieza escandalosamente despertando a su majestad Jul de muy mala manera. 

-Que molesto- Gruñó con el ceño fruncido y una mirada tenebrosa, lentamente se incorporó, quedó sentado al borde de la cama, se talló los ojos con la palma de la mano y se dio el tiempo para desperezarse y bostezar. 

-¡Mi Señor!- La despreocupada lentitud de su alteza preocupaba por demás al Cónsul. 

-¡Ya voy, joder! No puedo ni dormir una puta siesta tranquilo- Protestaba entre dientes levantándose de la cama y yendo hasta el gran armario para cambiarse de ropa con toda la tranquilidad del mundo. 

Cuando por fin se halló listo y despabilado fue hasta donde se encontraban aquellos bastardos que habían interrumpido su sueño. 

-¡General mire! Es el Príncipe del Reino del Cielo- Exclamó uno de los hombres apenas lo vio. 

-Perdonen mi descortesía por no haberles dado un recibimiento apropiado- Se presentó el joven Príncipe ante aquel ejercito con una sonrisa de negocios en el rostro. -Pero odio a la gente que entra en mi casa sin ser invitada- Con esas palabras su sonrisa cambio a una fría y tajante mirada de desprecio. 

-No creo que este en posición de decir eso ¿O es que acaso nos tiene lista una emboscada?- Le cuestionó el General Blad con un semblante seguro, mirándolo directo a los ojos con una sonrisa retadora. Aquel gesto se consideraba un grabe insulto y mas cuando provenía de alguien de un reino diferente con un estatus inferior.

-Como si necesitara algo mas que a mi mismo para derrotarles- Pero Jul no se dejó llevar por banales provocaciones, en realidad le daba mucha gracia lo tontos que podían llegar a ser sus proclamados enemigos a muerte. -Lo siento pero no tengo ganas de jugar hoy- Dicho esto Jul jaló de una palanca ubicada muy convenientemente a su costado, un enorme hoyo se abrió en el suelo ubicado también muy convenientemente bajo los pies de aquellos hombres, ni uno solo se salvó de caer en aquella trampa tan estúpida.   

-Siempre me pregunté para que me serviría ese hoyo que me hiciste poner, bien hecho Yossel- Le lanzó un premio a su Cónsul como si fuera una foca amaestrada. 

-Gracias mi Señor- Y todavía va y atrapa la galleta con la boca el muy... bueno, como sea. Jul soltó un pesado bostezo, el sueño aun lo rondaba y clamaba por él. 

-Voy a volver a dormir, y esta vez asegúrate que nadie me moleste a menos que me hayan traído la gema de Miki- 

-Si mi Príncipe- 

Y así Jul regresó, algo malhumorado por la intromisión de sus enemigos, a su habitación. 

Al mismo tiempo, cruzando el Bosque Ásfera que separaba el palacio de los Caballeros del Cielo del de los de la Tierra, un preocupado príncipe intentaba conciliar el sueño en vano.

-¿Que voy a hacer? ¿Cómo puedo quedarme tranquilo mientras Blad y mis hombres atacan el castillo del Príncipe Jul? ¿Qué pasa si esto  termina en una terrible guerra?- Se cuestionaba Karo en silencio observando el techo esculpido y pintado a mano de su nuevo cuarto, demasiado ostentoso para su gusto. Pero no era momento de pensar en lo innecesariamente espaciosa que era su cama. -No puedo quedarme aquí y dormir mientras mi gente se pone en peligro por una estupidez, tengo que detenerlos- Karo abandonó de un salto el amplio colchón y, manteniendo cuidado de que Denis no le viera, escapó de palacio. 

Tiempo después, cuando por fin logró llegar al castillo del Príncipe Jul le resultó extraña la ausencia de personas en la puerta principal. Decidió no ser tan obvio y colarse dentro del palacio por una entrada lateral. 

Con el temor de que la batalla ya hubiera terminado en matanza Karo se adentró en las fauces del enemigo sin anticipar con que se encontraría. Caminó sigilosamente por los extensos y silenciosos pasillos de aquel lugar, hasta que escuchó el eco de unos pasos acercándose a la distancia. Impulsado por el miedo a que lo descubrieran, el pelinegro se metió rápidamente por la primer puerta que encontró. 

Quedó pegado a la puerta conteniendo la respiración, aun concentrado por los pasos que ahora se escuchaban mas tenues no notó a la persona que dormía profundamente a unos cuantos metros de él. 

-¿¡En donde me metí!?- Gritó internamente al notar que aquella era la recamara del mismísimo Príncipe del Reino del Cielo, que albergaba al susodicho, durmiendo con un rostro apacible y angelical sobre una cama enorme, completamente blanca y con demasiadas almohadas. El Príncipe parecía ser un hermoso ángel descansando en su nube. Cautivado por esta imagen Karo se acercó peligrosamente a la cama. 

-¿Como algo que se ve tan tierno y dulce puede llegar a ser tan cruel?- Susurró lo mas suavemente que pudo para no estropear el sueño de aquel ángel y se inclinó inconscientemente sobre él solo para poder apreciar mejor sus rasgos.  De golpe el Príncipe Jul, que seguramente fingía dormir, se abalanzó sobre Karo tirándolo al suelo, dejándolo boca abajo, se sentó sobre la espalda del mas grande y lo sujetó de los brazos para inmovilizarlo. 

-¿Que haces aquí "cabeza de ladrillo"?- 

-¡Solo vine a buscar a mis hombres, eso es todo, lo juro!- 

-Ya deben de haberse ido- 

-¿Enserio? bueno, entonces yo también me voy, perdón por interrumpir tu siesta, si me sueltas me iré y te dejaré tranquilo, y haremos como que nada de esto pasó- Explicaba Karo con una sonrisa nerviosa mientras se retorcía para liberarse del sorprendente mente fuerte agarre de Jul. 

-¿Soltarte? ¿Por qué haría eso? Yo te atrapé así que ahora eres mi prisionero-  

Aunque Karo no pudiera verlo directamente a la cara juraba que podía sentir aquella mirada y esa sonrisa maliciosa rodeada por un aura oscura, hasta escuchar como el contrario se relamía los labios observándolo como un depredador a su presa. 

-¿Que?- Karo comenzaba a ser invadido por un palpable temor. 

-¿No es sumamente divertido?- Susurró Jul sobre el oído del pelinegro ensanchando su voraz sonrisa.

-¡No lo es, no lo es!- La desesperación invadió al joven príncipe obligándole a retorcerse con mas ímpetu bajo el cuerpo de su autoproclamado enemigo. 

En ese preciso momento el Cónsul Yossel entró en la habitación sin anunciarse, distrayendo al Príncipe Jul. Karo aprovechó eso para sacarse al castaño de encima y correr por su puta vida, tan aprisa que no le dio tiempo para reaccionar a ninguno de los otros dos. 

-Hiciste que mi prisionero escapara- Le reprochó a su Cónsul mientras se incorporaba del piso y se cerraba los botones de su camisa blanca, lo único que llevaba puesto además de su ropa interior. 

-Lo lamento Su Majestad, es que...- Antes de que terminara de hablar Jul lo interrumpió siguiendo con el hilo de sus pensamientos. 

-Y ahora voy a tener que cazarlo... Como a un animal- Una sonrisa oscura se dibujó sobre los labios pálidos del mas joven. Apenas terminó de abrocharse el ultimo botón salió corriendo de la habitación, sin importarle que estuviera descalzo y en ropa interior, persiguió a Karo por el castillo hasta que este se detuvo llegando al salón principal justo antes de la entrada.

Karo quedó parado, inmóvil, mirando fijamente lo que se mostraba frente a él. 

-Es un... ¿Hoyo?- Preguntó con dificultad a Jul que, de la misma forma, se había quedado parado junto a él. 

-Si- Respondió con simpleza, como si tener un maldito hoyo gigante frente a la puerta fuera de lo mas común y corriente. 

-¿Por... por qué...- Karo tuvo que hacer una pausa y respirar profundamente, realmente esta situación iba mucho mas allá de su entendimiento. -¿Por qué tienes a mi hombres metidos en un hoyo?- Cuestionó alterado, levantando el tono de voz, haciéndose notar por los cautivos.  

-¡Príncipe! ¡Esta aquí!- Sus hombres parecían contentos de verlo. 

-¿Blad que hacen ahí?- A Karo le deba un poco de vergüenza ajena ver a su ejercito atrapado en un hoyo como moscas en un frasco. 

-Esa rata mentirosa nos tendió una trampa- Bufó Blad cruzándose de brazos, clavando una mirada asesina sobre el Príncipe Jul.

-¡Nos tiene atrapados aquí!- Comenzaron a quejarse ( lloriquear) el resto de los muchachos. 

-¡Déjalos ir de inmediato!- Le exigió el pelinegro al dueño de aquella fosa donde su ejercito era retenido. 

-¿Ustedes son muy estúpidos verdad? No están atrapados- Jul no podía entender como a esos monos pseudodesarrollados  se les consideraban parte de su misma especie.

-¿Eh?-

-Hay un puerta al costado, por ahí pueden salir afuera- 

-¿Enserio?-

-Enserio. 

-Humm...- Ahora Karo se sentía aun mas avergonzado de sus compañeros. -Bueno si eso es todo...-

-Si váyanse de una vez- Y a Jul no se le notaba muy feliz que digamos 

-¿Yo también me puedo ir?- Le cuestionó el idiota de Karo porque no, obviamente no podía simplemente irse a la mierda de ahí, primero tenía que pedirle permiso a su captor. 

-A menos que quieras probar mi nuevo calabozo- Le ofreció el castaño observándose las uñas, ya no podía sorprenderle la estupidez de esta gente. 

-No, no, gracias, me voy- 

-Adiós- 

Con su plan para secuestrar al Príncipe del Reino del Cielo completamente destrozado, el ejercito de Karo emprendió la retirada de regreso a su palacio.

Por fin Jul había logrado obtener un poco de paz tras la partida de aquellos monos, soltó un suspiro mezclado de alivio y cansancio, y cerró la enorme fosa en el suelo jalando la palanca nuevamente. 

-Su Majestad-  Llamó su Cónsul acercándosele con unos papeles en la mano. 

-Yossel ¿Tenías algo que decirme?- 

-Si Alteza, las tropas regresaron y esta es la información que lograron recabar- El Cónsul le entregó los documentos con la información que sus hombres habían averiguado sobre el robo de la gema del Príncipe Miki. Jul comenzó a leerlos en silencio, detenidamente. 

-¿Así que ellos la robaron?-  Cuestionó cuando terminó de leer, devolviéndole los documentos a Yossel. 

-Eso parece- Asintió el mayor.

-Creo entender lo que esta pasando- Murmuró pensativo. Ambos ahora se dirijan al despacho del Príncipe mientras hablaban.

-¿Le avisamos de esto al Príncipe Miki?- Cuestionó el Cónsul. 

-No, necesito conseguir algo mas para que se quede contento y volvamos a ser aliados, tal vez con la ubicación exacta de la gema... - Jul necesitaba algo contundente para que su infantil y caprichoso amigo renovara la alianza entre sus reinos, si averiguaba donde tenían oculta la gema del Mar definitivamente lo conseguiría pero aquello era mucho mas sencillo de decir que de hacer. 

-Podría usar el archivo de los planos de la Isla- Comentó Yossel a la pasada haciendo que Jul detuviera de golpe su andar. 

-¿Que es eso?- 

-Es un gran libro con los planos e información de cada palacio en esta Isla, el mismo arquitecto los diseñó- 

 Eso era definitivamente lo que necesitaba para descubrir la ubicación de la gema. 

-¿Y donde puedo conseguirlo?- 

-El problema es que el arquitecto fue amigo de uno de los predecesores del Rey del Reino de la Tierra y  después de construidos los castillos le regaló el archivo de los planos a este. Actualmente el libro se encuentra en la biblioteca del palacio de los Caballeros de la Tierra-  

-¡Por supuesto! ¿Dónde mas podía estar? ¿En nuestra biblioteca o en la de los pacifistas de la Luna? No ¿Para que?- Jul se agarraba de la cabeza sin poder aceptar su mala suerte. 

-No se preocupe Príncipe, mañana mandaré a nuestros mejores hombres para que roben el archivo- 

-Eso no va a ser necesario- Sin previo aviso Jul retomó la marcha pasando junto al Cónsul al cual le tomó unos segundos reaccionar y apresurarse para alcanzarle. 

-¿Príncipe?- A Yossel le preocupaba esa mirada en los ojos de su adorado Principie, sabía que cuando algo se le metía en la cabeza nada podía hacer para detenerlo. 

-Me encargaré personalmente de esto- Sentenció clavando su seria y penetrante mirada sobre la de su contrario, indicándole con ese gesto discreto y silencioso que se retirara y lo dejara solo. Yossel no contradijo la voluntad de su majestad e inclinándose hacia adelante como un respetuoso saludo  abrió la puerta de su despacho y volvió a cerrarla después de que el Príncipe entrara. 

Jul caminó en la soledad de aquella habitación, se paró frente a la gran mesa de roble tallado que tenía por escritorio, apoyó ambas manos sobre este y agachó la cabeza escondiendo su rostro bajo el cerquillo bicolor.  

-El Príncipe Karo tuvo la osadía de entrar en mi habitación... Tal vez debería devolverle el gesto-  Y una vez mas esa sonrisa diabólica se vislumbraba entre las sombras. Karo, quien lo había llegado a considerar un ángel, no podría haberse alejado mas de la realidad.  

No perdonaría tan fácilmente aquella grabe ofensa, pero mas que eso no se perdonaría a si mismo haber dejado escapar tan exquisita presa.  

...

La noche transcurrió dando paso a una cálida mañana. 

En el Palacio de los Caballeros de la Tierra un joven de cabellos negros se había levantado mas temprano de lo usual, llamando la atención de su controlador Cónsul. 

-"Controlador" es una palabra fuerte- Murmuró, un tanto ofendido, tocando la puerta abierta del despacho de Karo antes de pasar.  

¿Es difícil que los personajes escuchen la narración? Si, de echo lo es, porque se distraen y hacen mas difícil mi maldito trabajo que es NARRAR LA PUTA HISTORIA Y POR QUE NADIE SE GARCHÓ A NADIE TODAVÍA ?!?!?

-Príncipe Karo se levantó mas temprano hoy- 

-Ah Denis, pasa por favor. ¿Estamos ignorando a la narradora?- 

-Como siempre. ¿Qué hace?- 

Si, ignorenme cuando les conviene. Volviendo a la jodida historia, Karo se encontraba sentado frente a su escritorio escribiendo una importante carta. 

-Le escribo una carta a mi hermana- 

-¿La Princesa Beth?-

Karo asintió con una sonrisa ligeramente triste, se suponía que su querida hermana mayor viviría con él en el Reino de la Luz y la Oscuridad pero días antes de su partida ella cayó enferma y tuvieron que cancelar aquel plan.  

-Continua enferma, por eso no pudo venir aun pero prometí que le escribiría cada vez que pudiera. Quiero mandarle algo especial, un obsequio ¿Tu que crees Denis?- 

-Tengo entendido que a la Princesa la gustan mucho las novelas románticas, en nuestra biblioteca privada hay gran cantidad de obras de ese genero, no creo que alguien se queje si toma un ejemplar de allí- 

-Si, eso es perfecto, gracias Denis- Karo extendió los brazos atrapando al Cónsul entre estos para darle un fuerte abrazo. 

-Sin abrazos, sin, sin abrazos-Se quejaba empujando al mas joven lejos de su espacio vital. A Denis no le gustaba mucho el contacto físico o las muestras explicitas de afecto, prefería mantener todo de manera cordial y objetiva. 

-Bueno, me voy a buscar el regalo de Beth- Dejó en paz a Denis, quien no tardó ni un segundo en inspeccionar y acomodar su traje, y salió del despacho.  

Karo presentía que aquel día le iría mucho mejor que el anterior, y con ese optimismo en mano se dirigió hacia la biblioteca, sin sospechar que no muy lejos de donde se hallaba un extraño intruso merodeaba los alrededores del palacio. 

Un misterioso encapuchado había pasado desapercibido por los guardias mientras observaba  a través de los altos ventanales buscando testarudamente dicha biblioteca. Recorrió los jardines hasta encontrar la ventana indicada.  

 El encapuchado trepó hasta el segundo piso y empujó la ventana dándose cuenta que esos idiotas la habían dejado abierta, lo que le permitió entrar muy fácilmente. Se sorprendió cuando vio que aquel lugar era realmente enorme y tenía muchos mas libros de los que se esperaba, pero al menos estaba completamente vacío, así que no tendría que preocuparse por ser visto. 

-Bien, el archivo de los planos...- Jul no perdió tiempo y se dispuso a buscar el archivo entre aquel mar de libros y estanterías. Poco después Karo entró en la biblioteca. Al ser esta tan grande ninguno logró ver al otro y por un buen rato continuaron desencontrándose con una sincronización perfecta. 

Hasta que ambos encontraron lo que buscaban. 

-Seguro este le gustará- Pensó el pelinegro tomando un libro de tapa roja con el titulo; "El dinosaurio asesino enamorado". Entonces notó que una de las ventanas que daba al jardín lateral estaba completamente abierta y el señor tuvo que ir a cerrarla, la verdad no se por que, no creo que haya un buen motivo simplemente tenía que cerrarla, capas que tenía miedo de que se le metiera una rata o algún Testigo de Jehova , ni idea. En fin, fue y cerró la ventana, dejando sin salidas de escape al Príncipe Jul que aun permanecía allí dentro (¿Que, la trancó con llave la ventana? esto no tiene puto sentido.)   

-¡Por fin!- Jul había conseguido el archivo de los planos, y ya estaba pensando en ir a visitar la recamara del Príncipe del Reino de la Tierra cuando escuchó unas pisadas no muy lejos de donde estaba. -Mejor me voy antes de que me vean- Apuró su paso, dirigiéndose a la ventana que había dejado abierta. Ya tendría muchas oportunidades de vengarse de su enemigo, pero no podía darse el lujo de que los de la Tierra lo atraparan en ese momento. Comenzó a correr mirando para atrás por si alguien lo estuviera siguiendo, fue entonces que sintió como su cuerpo entero impactaba contra lo que parecía ser una pared de concreto macizo.  

-¡Uhg!- Jul soltó un quejido de dolor pensando que el choque de su contrario se asemejaba a que alguien le arrojara un ladrillo en medio de la cabeza. 

-Perdón no te... ¡¿Príncipe Jul?!- Gritó el pelinegro cuando reconoció el rostro del Príncipe, consternado por la parecencia ajena.  

-Estamos en una biblioteca, tienes que hacer silencio- Se sobó la frente sin preocuparse mucho por que el otro lo hubiera descubierto. 

-¿Que haces aquí? ¿Y que llevas contigo?- Le cuestionó molesto al notar el libro que Jul cargaba bajo su brazo.  

-¿Que estas ciego? Es un libro- 

-¡Ya se que es un libro! ¿Pero por que lo tienes tu? ¿Y que haces en mi castillo?- La insistencia y prepotencia del mayor comenzaban a fastidiar a Jul, era mas que obvio el echo de que le estaba robando el libro ¿Por que tenía que explicarle todo al homo sapiens? 

-¿Y quien fue el que se metió en mi recamara en primer lugar?- No podía recriminarle nada, al final le estaba pagando con la misma moneda. 

-Es diferente eso fue un accidente- Karo no quería pelear con el castaño pero algo en él lo irritaba terriblemente. 

-Eres muy estúpido ¿Sabes?- Se bufó soltando una media sonrisa despectiva.

-¡Deja de insultarme!- Le dio un pequeño empujón alejándolo hacia atrás. Karo no podía tolerar esa actitud altanera, ese aire de superioridad que aquel chico destilaba, había logrado agotar la inmensa paciencia y amabilidad que comúnmente mostraba. 

-¡No me toques! Mono subdesarrollado- Jul comenzaba a mostrar sus dientes y estaba listo para desenvainar su espada contra el mayor... Si solo hubiera llevado su espada. 

-¡Cierra la boca! Solo eres un niño mimado y presumido- 

-Me estas haciendo enojar idiota, no quieres verme enojado- 

¡Pelea, pelea, pela!, em quiero decir...  La tensión crecía con cada insulto y agresión. Parecía que estaban listo para agarrarse a los saques, Jul tenía a Karo sujeto del cuello de su camiseta y tironeaba de esta haciendo que el mas grande tuviera que inclinarse hacia adelante para quedar frente a frente con su rival. Pero en medio de los insultos y supongo que de el calor del momento a los Príncipes se les escaparon pensamientos muy interesantes... 

-Bastardo malnacido, ¿Te piensas que puedes pasar por encima de la gente? ¡¡No te creas mejor solo por tener ese par de ojos hermosos!!- 

-¡¡Mira quien lo dice!! ¡¡Tu eres quien se cree la gran cosa solo por estar asquerosamente bueno!! Espera...-

-¿Q, que...?- 

Luego de eso los dos quedaron en total silencio, estupefactos por lo que había dicho el otro, mirándose directamente a los ojos con expresión de asombro y un leve sonrojo adornado sus mejillas. 

El semblante de Jul cambió lentamente, entre abrió un poco la boca y, aun sujetando a Karo de su camiseta, se fue acercando tímidamente, atento a su reacción. El mayor dudó solo por un instante pues él fue quien terminó con las escasa distancia que había entre sus bocas, abrazándolas en un beso cargado de pasión. Jul sentía sus labios derretirse siendo devorados por los ajenos, mientras enganchaba sus dedos entre los oscuros cabellos de Karo, y este presionaba su cuerpo musculoso contra el del castaño. Sus lenguas se enredaban con desespero entre si, hundiéndose mas y mas en sus gargantas, la saliva se derramaba por la comisura de sus labios.  

Aquel beso, el beso perfecto, el primer beso, secretamente deseaban que fuera eterno. Y lo fue, hasta que Karo, en un momento de lucidez, recobró la cordura y recordó que eran enemigos, acabando cruelmente con aquel hermoso acto de desenfreno.  

-¿Que estamos haciendo?- Susurró soltándose de los labios contrarios aun sintiendo su calor y recordando su sabor. 

-Besándonos- Respondió Jul descartando el echo de que no era una pregunta literal. 

-¡Ya se que nos estamos besando, no soy estúpido!- 

El clima romántico se había marchitado por completo. 

-Pensé que tenía que aclararlo- A pesar del beso la idiosincrasia grosera de Jul no había cambiado para nada.  

-Ya no hables- Lo silenció el mayor antes de que volvieran a pelear. 

-¡Príncipe Karo!- 

Ambos Príncipes se sobresaltaron cuando a lo lejos se escuchó la voz del Cónsul Denis buscando a su Príncipe. 

-Es Denis ¡Escóndete! ¡No puede vernos juntos!- Exclamó en voz baja el pelinegro,  se notaba mucho mas alterado y nervioso.

-Ni que fuera tu esposa- A diferencia de Jul que se mantenía prendido del pecho del mayor. 

-¡Solo hazme caso maldición!- 

-Igual yo ya me iba, ábreme la jodida ventana para poder escapar como el amante clandestino que parece que soy- 

Karo sacó la llave de su bolsillo y abrió la ventana rápidamente (mirá, si se trancaba con llave ¿Qué loco no?), así Jul logró escabullirse antes de que Denis llegara al lugar. 

-Hola Denis- Lo saludó Karo completamente tenso y nervioso, fingiendo que acababa de notar su presencia. 

-Me pareció ver a alguien mas por aquí- Mantenía una expresión sumamente seria, escondiendo su mirada de sospecha tras sus gafas rectas. 

-Jaja ¿Enserio? Yo no vi a nadie- Karo sudaba como una puerca, intentando tapar disimuladamente la ventana con su cuerpo. 

-...-  Dejó pasar unos segundos de letal silencio, prácticamente apuñalando a Karo son su inquisitiva mirada. -Bueno, si ya tiene el libro vayámonos, acaban de servir el desayuno- 

-S,si- 

Karo pudo volver a respirar, aliviado de que su Cónsul no hubiera descubierto lo sucedido. Los dos hombres se retiraron entonces al comedor principal para tomar un merecido desayuno. 

...

Con el archivo en mano Jul se apresuró a llegar donde había dejado escondido su caballo, montó y retornó a su palacio, perdiéndose entre la espesura del Ásfera.  

-¡Volví!- Exclamó, anunciándose al cruzar las puertas. Yossel fue el primero en recibirlo, para su desgracia, con una amarga sorpresa. 

-¡¿Príncipe donde estaba?!- 

-Fui a conseguir el archivo de los planos... ¿Qué te pasa? ¿No estas mas nervioso de lo usual?- Volvió a pasar de largo sin hacer mucho caso a la exagerada preocupación que mostraba su Cónsul, en definitiva estaba acostumbrado a los melodramas de Yossel.

-La Rosa de los Vientos... Se la llevaron- Dijo casi en un susurró denotando temor. Esta vez si tenía razones para ponerse melodramático.  

Jul se detuvo en seco, giró el rostro para mirar a Yossel con una tenebrosa expresión que destilaba una mezcla entre consternación e ira. 

-¿Que dijiste?-