martes, 30 de marzo de 2021

Viejo Cajón

Respiraba aquel viejo cajón, vislumbrando las tardes amargas.
-Somos monstruos- me decía, observando el cajón,
-Somos monstruos, todos somos monstruos- 
y no hay escusa que valga.
El ruido tiritante y estremecedor, 
robusto veneno, silencioso e hipnotizante.
Estamos perdidos dentro de aquel cajón, 
sin pensamientos ni interrogantes.
Repetía incansable, abriendo los ojos, 
una epifanía de ese mismo mal.
Porque aquel me brindaba la respuesta,
y con ironía me observaba resignar.
Son los espejos negros y un pequeño gran oso polar.
Pagar con la misma moneda nos convierte en un monstruo igual.
¿Y no tendremos rescate o ninguna salvación?
Cuando es amor el que dice que estas muriendo por amor.
Las agujas giraron hasta que la luz se apagó,
deseos que sucumben ante el cansancio.
Aguardando pretencioso la mañana, como el hacha de un leñador
-Solo somos espectadores- susurra el viejo cajón...







martes, 23 de marzo de 2021

La Caja del Caos Capitulo 1

 

Capítulo 1- No se corre en los pasillos.


El orden es una ilusión, el caos lo es todo. 

El pequeño golpeteo del reloj sonó primero, como un anticipo, en lo mas calmo de su inconsciente y aun soñando, justo antes de despertar. 

Se detuvo súbitamente, golpeando todo su cuerpo hacia arriba. Fue un despertar abrupto y nervioso, como si acabara de salir de una pesadilla, aquel sobresalto lo había dejado parado en medio de la clase. En apenas unos segundos sintió todos aquellos ojos sobre él, y a la fuerza tuvo que entender, poniendo aparte su confusión inicial, preso de aquel silencio terminal y las miles de miradas que se hundían profundo en su delgado cuerpo, sofocándolo lentamente, punzando sobre su pecho hasta la base de su garganta como si una fuerza invisible le estuviera estrangulando, se había quedado dormido durante la clase, en algún momento, aunque no recordaba exactamente cuando. La sangre comenzaba a agolparse en su rostro y el sudor frío a descender desde su frente, por la incomodidad que se palpaba dentro de aquel salón, cuando su amigo se inclinó hacia él para sujetar un extremo de su manga y cinchar con un poco de fuerza hacia abajo, ayudando a que volviera a sentarse. 

-Amigo ¿Estas bien?- Susurró, a un muy nervioso joven que apenas podía moverse del pánico. Lo único que pudo hacer para responder fue asentir con la cabeza.  

Los rostros inexpresivos se mantuvieron un corto, pero tortuoso, tiempo mas sobre él, hasta que otro sonido logró robarse la indeseada atención de la clase. Unos lugares mas adelante del suyo, un compañero había roto a mordidas un lápiz, sus piernas temblaban de forma obsesiva e ininterrumpida bajo el asiento, al igual que su mano, con un dedo daba golpecitos continuos contra la mesa, y jadeaba al respirar.  

Cuando los ojos lo volvieron el objetivo ya no pudo aguantar mas aquella presión que venía acumulando. 

-Necesito ir al baño- Casi que gritó, al tiempo que alzaba la mano para que el profesor lo notara.

-¿No puedes esperar? Acaba de comenzar la clase- Le respondió este. Se encontraba parado frente al pizarrón vacío, en una mano cargaba un libro de texto y en la otra un pedazo de tiza. 

-Enserio necesito ir al baño ahora- Su voz, como el resto de su cuerpo se estremecía de agonía y desesperación, al punto que parecía quebrarse en las ultimas palabras. 

-Bien, ve. Pero vuelve rápido-

Antes que el profesor le pusiera punto a la oración, su alumno ya había salido corriendo del salón, sin más, despavorido, como si algo lo persiguiera. Los demás compañeros le siguieron con la mirada hasta perderle de vista por completo. En cuanto el profesor comenzó a escribir en la pizarra todos volvieron su atención a este, rompiendo por fin aquella extraña tensión. Todo volvía a estar en su lugar, a ser como debería ser, todo estaba correctamente bien, aunque no para todos, el delgado y pálido pelirrojo que acababa de despertarse de la forma mas horrible, aun sentía cierta incomodidad dentro de él, algo no terminaba de cuadrar y por mas que lo intentara no lograba sentirse tranquilo. Era un día más, como cualquier otro, los mismos compañeros, el mismo profesor, la misma clase, todo se veía normal. Entonces por que su estomago se retorcía como una serpiente, enredándose con su propio cuerpo hasta convertirse en un apretado nudo. 

Todo se veía normal, pero no se sentía así.

Paseó los ojos por la clase, quizás en busca de aquello que le incomodaba, cualquier cosa que estuviera fuera de lugar, pensando en ello notó que el lugar de la chica nueva estaba vacío. Se había aprendido su nombre, Lili, fácil, se preguntó donde podría estar, aunque no recordaba haberla visto ese día, si es que siquiera algo antes de haber despertado. No era una chica muy sociable, se mantenía apartada del resto del grupo, no había cruzado una palabra con nadie, y no comía en la cafetería como los demás. La expresión de su rostro tampoco te invitaba a acercarte, su cara estaba deformada por un par de cicatrices, tenía una mancha grande y rojiza alrededor del ojo izquierdo, que era de color negro y un poco mas pequeño que el derecho de color celeste casi gris, con un tajo comenzando desde el extremo de su ceja y finalizando en su pómulo, su cabello era de un color negro tan opaco que parecía falso, apenas si tocaba sus hombros y estaba desmechado como si lo hubieran cortado rápido y sin ningún criterio. No pudo evitar pensar en el día en que casi se acerca a hablarle, cuando la vio sentada sola en una banca, fumando, quería ir y convidarla con algo de su almuerzo,  pero sus amigos lo llamaron justo antes, haciéndole perder todo el valor y la determinación que había retenido hasta el momento. 

La lección continuó durante 45 minutos, luego sonó el timbre del primer receso. 

-¡Ven Sun! Vamos a ir a la cafetería a comprar algo para comer- Su amigo le hizo señas desde la puerta, donde se habían aglomerado los alumnos, para que los acompañara a él y a los demás chicos de su grupo de amigos. 

-Tengo que ir al baño, ustedes adelántense, yo después los alcanzo-

-¿Estas seguro?- Insistió, ligeramente preocupado por lo de antes. 

-Si, no te preocupes, vayan-

-Okey, nos vemos al rato- Exclamó, mientras era arrastrado por la masa de adolescentes ansiosos por irse rápido de allí, antes de perder los valiosos 15 minutos de descanso.  

Su amigo Dess siempre era muy atento, y realmente agradecía lo amable que era por preocuparse por él e intentar integrarlo a todo lo que hacía, pero ahora mismo estaba mas preocupado por su compañero de clase, que jamás regresó del baño, que por la comida. Caminó por los pasillos observando disimuladamente alrededor, la sensación de malestar persistía, pero intentó ignorarla. Se encontró con el baño vacío, al menos a primera vista, pasando por cada cubículo comenzó a llamar a su compañero con una voz tímida, hasta llegar al ultimo, el cual se abrió de repente, Sun fue empujado dentro, y la puerta se volvió a cerrar instantáneamente. Intentó soltar un alarido de sorpresa, pero su compañero lo ahogó con la mano. 

-No grites, se van a dar cuenta- Susurró, apretando su cara, casi que enterrando los dedos en la mejilla del pobre pelirrojo. Este asintió, algo asustado, consiguiendo que le quitara la mano de encima. Cuando lo tuvo frente a frente pudo ver que su rostro estaba aun peor que antes. 

-¿Estas bien?- Dudó por un momento, parecía estúpido preguntar eso, viendo el estado en el que se encontraba. 

-¿Bien? ¡No estoy bien! ¡Claro que no estoy bien! ¡Nada aquí lo esta! ¿No lo ves? Todos fingen que toda esta mierda es normal, pero no es así, no soy estúpido- No pestañeaba al hablar, agitaba sus manos haciendo marcados ademanes, caminaba de un lado a otro por el pequeño cubículo sin que pudiera o pretendiera mantenerse quieto, el sudor corría por debajo de sus enormes gafas, las cuales resbalaban y cada tanto tenía que volver a acomodar. -No me crees ¿Verdad? Piensas que estoy loco- Sujetó a Sun por los hombros, y con una expresión descompuesta, rozando el desquicie, insistió. -Tu viste como te miraban, como me miraban, no estoy loco ¡No lo estoy!-

-No pienso que estés loco, pero tienes que calmarte, me estas lastimando- Sujetaba las manos de su contrario, que apretaban con demasiada fuerza. Cualquiera lo hubiera empujado lejos, le hubiera tachado de trastornado, cualquiera hubiera corrido lejos de aquel chico delirante, entonces ¿Por qué él le creía sin siquiera dudarlo? empatizaba mas con este compañero de errático e inusual comportamiento que con cualquiera de los otros, quizás porque en el fondo sabía que los dos sentían esa misma incomodidad, estresante y abrumadora. 

-Si me crees bien, entonces tenemos que escapar de aquí rápido- Echó sus manos hacia atrás y se las llevó a la cabeza, tratando de calmarse aunque fuera un poco. 

-¿Escapar?- Efectivamente le había escuchado, pero así y todo le resultaba algo exagerado ¿Escaparse de clase solo por una incomodidad? Claro que no quería estar allí, pero no era escusa para saltarse las clases y volver a casa ¿Qué le diría a su madre cuando la viera? Mantuvo un largo suspenso a raíz de su inseguridad,  quería irse pero no podía, o al menos no debía hacerlo. No pasó mucho tiempo antes de que alguien mas entrara al baño. Las voces y los pasos de dos estudiantes se dejaron escuchar al otro lado, conversaban casualmente, ingenuos a la presencia de sus contrarios, hasta que un golpe seco proveniente del ultimo cubículo los alertó.

-¿Hola?- Dio un par de golpecitos sobre la chapa de la puerta, queriendo confirmar si había alguien mas allí,  al no conseguir una respuesta inmediata, se volteó a mirar a su compañero y le hizo un gesto con la cabeza para que espiara por el espacio que había entre el suelo y la puerta. Este se agachó y alcanzó a distinguir por la rendija un solo par de zapatos. 

 -¿Esta todo bien ahí?- Esta vez llamó con mas ímpetu, y cuando su amigo le confirmó con otro gesto la presencia de un tercero, los golpes en la chapa se volvieron mas violentos y continuos, hasta llegar a agitar la puerta con la intención de abrirla a la fuerza.

-Está ocupado- Se escuchó por fin una tímida voz al otro lado, logrando apaciguar a los muchachos. 

-¿Estas bien? ¿Te sientes mal?- Cuestionaron con un tono creíble de preocupación, sin apartarse del cubículo. 

-No, estoy bien, gracias- Respondió Sun con el tono mas amable y calmado que pudo dar. 

-Okey, si te sientes mal, ve a la enfermería- Le aconsejaron y Sun volvió a darles las gracias. Comprobando que todo estaba bien, ambos dejaron en paz al chico y continuaron con sus asuntos. 

Dentro de aquel claustrofóbico espacio, el ya de por si estresado compañero de clases de Sun se había subido a la tapa del inodoro para ocultarse. Su paranoia servía esta vez casi como una premonición. Terminados sus asuntos allí, los dos chicos cuyas caras nunca llegaron a conocer se encaminaron a la puerta. Sun sujetó los brazos de su compañero para ayudarle a bajar del inodoro, su expresión ahora estaba completamente turbada, y murmuraba entre dientes, repitiendo las mismas cosas. 

-Voy a morir aquí, tengo que salir, no debería estar aquí, tengo que escapar- 

Sun intentaba calmarlo pero parecía completamente abstraído de todo, aunque buscara contacto visual, los ojos de su compañero ya no miraban nada en especifico. Entonces la puerta del baño se cerró de un golpe. Sun abrió lentamente la del cubículo y se asomó para hallar el lugar otra vez vacío, lo cual le dio un alivio que no duró mucho, pues cuando quiso comunicárselo al chico de lentes con la esperanza de que eso aplacara un poco su nerviosismo, el mismo salió corriendo de allí, sin previo aviso. Sun corrió tras él, pero ya le había sacado una buena ventaja, tuvo que detenerse pues al perderle la pista no sabía realmente hacia donde ir, además había captado algunas miradas ajenas y la incomodidad en su pecho comenzaba a crecer hasta sofocarlo.

Antes de llegar a las escaleras, la huida del chico de lentes se vio interrumpida al pecharse de frente con un profesor, que justo salía de una de sus clases, se tropezó y calló al piso de rodillas. 

-No se puede correr en los pasillos- No llegó a ser un regaño, tenía un semblante estoico pero no demasiado rígido, aquel profesor que jamás había visto en su vida. 

-No, no esta bien, tengo que salir, rápido, tengo que salir- Demasiado ensimismado para importarle, azotó lejos la mano que le ofrecía ayuda para levantarse. Las uñas de sus dedos arañaban la baldosa, y las gotas de sudor comenzaban a caer por su barbilla hasta su ropa, se levantó por si mismo, apoyándose primero de sus brazos, dio unos primeros torpes pasos hacia adelante, por poco y se vuelve a caer, hasta que logró enderezarse y continuar la carrera. 

El profesor le observó marchar, sin reaccionar, con el rostro completamente inexpresivo. Y unos pocos segundos después comenzó a caminar, a paso tranquilo, en la misma dirección. 

Bajó las escaleras de forma torpe y apresurada, sujetándose del barandal para no caerse, consiguió llegar a la planta baja y salir al jardín principal. Sin detenerse corrió hasta literalmente chocar su cuerpo contra el portón de la entrada, para su desgracia estaba cerrado.

Sus gritos desesperados de auxilio se desvanecían al otro lado, su brazo estirado se agitaba entre los barrotes, abría y cerraba su mano como si quisiera alcanzar algo, pero no había nada, las calles estaban vacías, deshabitadas, nadie escuchaba sus gritos, nadie vendría a ayudarle, no existía otro ruido aparte de los que su cuerpo generaba, sus lamentos y el rechinido de la reja, el silencio al otro lado era algo siniestro y desesperanzador, su rostro se aplastaba entre las barras de hierro negro, las lagrimas aparecieron al verse completamente atrapado, no podría llegar al exterior fácilmente, aun se encontraba allí. La angustia y la locura lo consumieron, sus gritos taparon los pasos del profesor, el estado de crisis mental no le permitió notar aquella presencia hasta que fue demasiado tarde. El hombre, considerablemente mas alto, con mas musculatura y mucho mas fuerte que el flacucho adolescente, le sujetó los brazos a la espalda sin demasiado esfuerzo, lo inmovilizó y alejó de la reja. 

-Basta de gritos, tienes que estar callado ¿No quieres armar un escándalo verdad?- El estado tan apacible y centrado con el que hablaba, hacía un bizarro contraste con el del estudiante, que se retorcía y gritaba esquizofrénicamente, pidiendo que lo dejara ir.

Entonces un segundo estudiante se acercó a ellos, parecía pertenecer a la clase de ese profesor, pero llevaba un uniforme diferente al del chico de gafas.

-Profesor ¿Necesita ayuda?- 

-Si por favor, si no te importa- Suspiró, un poco agobiado por la situación pero a la vez agradecido de ver a su estudiante. 

-Los vi desde lejos- Comentó con un semblante tranquilo y gentil, su voz suave se perdía bajo los gritos desesperados del problemático compañero de gafas. Un cutter se asomó por su bolsillo. 

No supo en que momento la delgada hoja se hundió en su estomago, sus alaridos se detuvieron, observó el rostro imperturbable de aquel chico que lo apuñalaba sin piedad, metiendo y sacando el filo de su cuerpo con movimientos rápidos y cortos, dejando varios agujeros. No pudo llegar a reaccionar, siquiera entender lo que había pasado, el ultimo pensamiento que se cruzó por su cabeza fue sobre el olor a shampoo que se desprendía del cabello de aquel chico, estaba tan cerca que podía olerlo bien. 

Ya no hubieron forcejeos, ni ningún otro movimiento, el profesor soltó sus brazos y el cuerpo cayó desplomado al piso como si fuera una bolsa de basura, una alfombra roja de sangre se expandió lentamente por debajo. 

-Cuéntame como te fue en la prueba ¿Te sirvieron las tutorías?-

-No fue tan difícil -

-Por supuesto- Rió el hombre, mientras ayudaba a su alumno a quitarse la chaqueta manchada de sangre, y se alejaron caminando sin prisas, charlaban de manera muy casual, desentendiéndose del cadáver que dejaron atrás. 

En la segunda planta de la escuela se encontraba el laboratorio de química, cuyas ventanas daban al jardín principal, justamente quedaba de cara al portón de la entrada, la tranca de la puerta se había roto hace poco, por lo que siempre estaba abierto, la mayoría de sus ventanas estaban cubiertas por cortinas, así que era un lugar bastante oscuro, y amplio. Las manos de Sun temblaban, aferradas a su cabeza, intentando cubrir sus oídos, solo, en un pequeño rincón junto a la ventana, su cuerpo se encogía de pavor, con las piernas flexionadas, pegadas a su pecho, sus ojos se mantenían abiertos en total estupor, perturbados por lo que acababan de presenciar. Su cabeza no entendía, no quería creer que lo que vio fuera real, se negaba a creerlo. 

Unos pasos se acercaron a él en la penumbra, atravesando el salón, y se detuvieron justo en frente, obligándole a alzar la mirada. 

-¿Lili?- 



lunes, 8 de marzo de 2021

Airha

 

El Ángel del Final de los Tiempos


Recuerdo una de mis vidas, antes de la tercera humanidad, cuando llegué a esta tierra por primera vez todo me parecía tan extraño y hermoso. 

Fue un día de lluvia. Del cielo que bordeaba mi hogar, bajó un ángel. Solo tenía un ala, pero sus ojos atrapaban infinidad de colores, y estos colores se movían en sus pupilas como una aurora boreal. Las gotas de lluvia permanecían estáticas, suspendidas alrededor de su pálido cuerpo, pensé inocentemente que el ángel podía controlar la lluvia, pero solo estaba deteniendo el tiempo, lo manipulaba como hilos de seda entre sus dedos. -¿Cual es tu nombre?- Le cuestioné al ángel, pero negó. Su voz era solo silencio, su nombre no podía ser pronunciado. Acogí al ángel en mi hogar y lo llamé "Airha" que en la lengua antigua significa; "Una sola ala" . Las lunas cambiaban, y las estaciones pasaban mientras Airha y yo vivíamos los dos solos en aquella cabaña en medio de la nada. El tiempo que pasamos juntos son los recuerdos que mas atesoré durante el resto de mi vida.

Mientras recolectaba flores del jardín, me di cuenta que los ojos de Airha tenían mas colores de los que podía nombrar, cubrí su cuerpo de flores, pero los colores de las flores no se parecían al color de sus ojos. Jugamos en el campo hasta que la noche nos abrazó. Nos quedamos mirando las estrellas un buen rato recostados sobre la tierna hierba. -Tus ojos, se parecen un poco al cielo- Mencioné, señalando las millones de estrellas que decoraban la esfera nocturna, supe entonces que los colores en los ojos de ese ángel eran los que había en el universo, mas allá de la tierra que nuestros pies pisaban, un lugar que aun extendiendo mis brazos, mis manos jamás podrían alcanzar. A él no le importaba el color de sus ojos, cuando quise darme cuenta, lo encontré absorto en la existencia de un pequeño Sanantonio que caminaba por su palma. Airha veía la belleza en la criatura mas pequeña, y se cautivaba por lo que estaba frente a él, lo que podía caber en su mano. Apreciaba mas que nadie lo que ya tenía, en vez de buscar desesperada y angustiosamente lo que no.


Las cosas son efímeras, y se van. Si nos pasamos toda la vida anhelando la eternidad, las cosas hermosas desaparecerán sin que podamos disfrutarlas. 

A veces creo escuchar una voz muy dulce, susurrando entre mis sueños. 


Las cosas hermosas son efímeras, igual que nuestro tiempo juntos.

La ultima noche que pasé con él es la que mas retengo celosamente en mis memorias. Me enseñó un pedazo de luz, un regalo para mi, y la colocó en el cuenco vacío y oscuro de mi ojo. Porque, como Airha cargaba en su espalda una sola ala, yo había nacido con un solo ojo. Cuando cerraba mis parpados podía ver el universo, podía ver las constelaciones, todos los sistemas solares y todas las galaxias, pero solo con los ojos cerrados.

Lo que esta mas allá de tu alcance puede ser seductor y cautivante, pero también debes ver el mundo que te rodea, aunque a veces este mundo no te sea tan grato.

Me dio un beso, y acarició mi cabello gentilmente hasta que me quedé dormido, temiendo que ese sería el primer y ultimo beso, casi como una premonición. Y a la mañana siguiente cuando desperté Airha ya no estaba.




Cuando mi rostro fue iluminado por las primeras luces de la mañana los hombres llegaron, me llevaron con ellos y me encerraron en una prisión subterránea de hierro y tierra, me encadenaron en aquel lugar, que se había tragado cualquier ápice de luz, y me mantuvieron allí tanto tiempo como pudieron. No hui, no me resistí, lo acepté como un castigo, que arrebataran mi libertad. La culpa y el remordimiento por lo que aun no había hecho fueron mis verdaderas cadenas.
Pero cuando el momento llegó, el ángel de negras alas me despojó de mis ataduras, aunque nunca volví a ser libre. Mis ojos tomaron el color de la sangre que vertería sobre este suelo, ascendí desde la profundidad de mi fosa para esparcir el caos, la muerte y la destrucción sobre la humanidad.


El mundo ardió, y ardió en las llamas de sus propios pecados, el fuego lo consumió todo y Airha tuvo que mirar como lo que una vez amó se convertía en cenizas bajo sus pies. -¿Por qué haces esto? ¿Por qué le haces daño a lo que tu mas amas?- Le cuestioné. 

Porque todo lo que tiene un principio esta destinado a tener un fin, y yo soy ese fin.

-¿Entonces tu también desaparecerás después de que hayas cumplido con tu cometido?-. Airha sonrió con pena ante aquella pregunta y en secreto dejó que una lágrima roja se soltara de sus ojos, aquellos que antes poseían los colores del universo.

Mientras esté en tu corazón mi alma no encontrará descanso, ni tampoco final.

 Susurró entre mis sueños, con la voz que nunca tuvo y se dejó consumir en sus propias llamas, para darle fin a todo ese sufrimiento, para darle una segunda oportunidad a la humanidad.
Cuando Airha abandonó este mundo sentí como si el tiempo se detuviera por un segundo, y aunque fuera doloroso jamás pude dejar ir su recuerdo y jamás deseé hacerlo. ¿Por qué habremos de anhelar la eternidad cuando la belleza que hay a nuestro alrededor es efímera como la vida?

Algunas noches, en las que la soledad me invade, cierro los ojos para ver el universo y sus miles de estrellas, para poder ver los ojos de Airha.