sábado, 15 de enero de 2022

Como Matar a un Alfa. Parte 4

-Ey niño ¿Quieres algo de comer?, te daré una buena comida si me ayudas a limpiar la bodega- Me propuso el dueño de la licorería, hacía un par de horas que andaba deambulando sin rumbo, mamá estaba en el hospital y yo me retorcía de hambre. A mi pesar acepté el trabajo que me ofrecía ese desagradable alfa. En un par de meses se cumplirán 10 años de aquello. 

Dicen que la primera vez nunca se olvida, en mi caso es totalmente cierto, ahora mientras limpio la sangre de la escena de un crimen todavía puedo recordar ese momento, el momento en el que deje de tener miedo y me negué a resignarme a la vida de un omega. 

-Alice ¿Ya terminaste con el baño?- Preguntó uno de mis compañeros de trabajo. 

-Solo me falta una parte de la bañera- 

Charles soltó un silbido mirando alrededor de la habitación - Impecable como siempre, ja ,nadie pensaría que una mujer fue desmembrada aquí- 

-Para eso nos pagan ¿No?- Ya estaba desencantado de lo sencillo que era borrar de la faz de la tierra los sucesos mas horrorosos y violentos que ocurrían casi a diario. Deberían quedarse grabados en la mente para siempre pero el ser humano puede acostumbrarse a estas cosas, en mi caso, hasta el punto en que ya no te genera ningun tipo de sentimiento, era solo un cuarto mas que limpiar. 

-No se por que la gente es tan reacia a este trabajo, una vez que te acostumbras al hedor es como limpiar cualquier otra cosa, solo digo- 

Las personas que se dedican a esto son bastante particulares, terminan trastornándose o se desensibilizan por completo, como Charles, llevaba el suficiente tiempo en este negocio como para tomarse un descanso para comer algo luego de haber limpiado restos de sesos de una pared. Siempre me recriminaba que me esforzaba demasiado, si terminaba muy rápido quizás los jefes nos quitarían nuestra media hora de descanso. Pero cuando estas limpiando tu propia escena del crimen ser rápido y perfeccionista es una necesidad, aunque este no era el caso, quizás en algún momento habría desarrollado un trastorno obsesivo compulsivo.  

-Por cierto- Continuó Charles mientras yo refregaba cada superficie de la tina de manera mecánica y repetitiva. -¿El niño rico volvió a coquetearte?- Se refería al Detective encargado del caso del Asesino de Alfas, siempre que nos encontrábamos me saludaba y si tenía algo de tiempo intentaba hablarme. 

-Le dije que esperaba que se encontrara pronto con el Asesino de Alfas- Comenté, haciendo que Charles se echara a reír, pero yo hablaba muy enserio.  

-Tienes un par de huevos enormes- Decía entre lagrimas. -Hablarle así a un alfa de clase alta, tienes suerte que el tipo este loquito por ti, desearía poder hablarles así también, pero tengo un lindo rostro que cuidar- Se acariciaba las mejillas fingiendo una expresión afligida. -Aunque me da un poco de lastima el niño rico, es como un cachorro lloriqueando por tu atención, y tu lo tratas como si fuera una gorda y ruidosa mosca- 

-Tu eres una mosca gorda y ruidosa ¿No tienes una moquete que vaporizar?- Le recordé, un poco arto de su banal tema de conversación. 

-Tu crueldad lastima mis sentimientos- Se dio media vuelta saliendo del cuarto de baño. 

-No tienes sentimientos Charles- Afirmé, elevando mi voz al sentirlo alejarse. 

-¡Tu tampoco Alice!- Exclamó desde la sala, devolviéndome el cumplido. 

La mosca se estaba volviendo cada vez mas molesta, pero solo podía ignorarla, desearía poder aplastarla contra la ventana pero la mancha que dejaría sería imposible de limpiar y esa era una de mis mas importantes reglas. 

-No mates nada que no puedas limpiar- Murmuré escurriendo el trapo hinchado en lejía y sangre.  

Al terminar el trabajo mi compañero me invitó a tomar unos tragos, yo lo rechacé advirtiendo que ambos necesitábamos un buen baño y que tenía que ir a ver mi madre. Pasé por la tienda para comprar la cena y luego me dirigí al modesto apartamento donde vivía. Prendí la luz al entrar, una voz débil se escuchó a la lejanía.  

-¿Eres tu Alice?-

-Soy yo mamá, voy a preparar la cena- 

-¿Como estuvo tu día? ¿Tomaste tus supresores?- Su silla de ruedas se encontraba donde siempre, frente a la ventana de la sala de estar. A mamá le encantaba mirar por la ventana, nunca entendí que tanto veía, supongo que era mejor a ver la estática en la televisión. 

-Ya no necesito los supresores- Murmuré. 

-Tienes que tener cuidado, las calles son muy peligrosas- Dejé que su voz sonara mientras hervía el agua para preparar unos fideos. -Un omega no debería andar solo por ahí, si no tomas tus supresores podrías tener un accidente. -Las burbujas en la hoya se elevaban y reventaban con furia en la superficie. -Deberías conseguir una pareja que pueda cuidar de ti, me preocupa que te quedes solo, yo no estaré aquí para siempre- Una voz dulce, suave y apagada, que resonaba en mi cabeza como la estática. 

-Ya casi está la cena- Tomé su silla de ruedas y la coloqué frente a la mesa. Luego serví dos platos, uno frente al otro, me senté y comencé a comer. 

-Te digo esto por tu bien hijo, no quiero que te pase lo mismo que a mi- 

El tenedor se quedó quieto en mi mano. 

-No soy como tu- Mis dientes rechinaron- No soy una pobre oveja resignada, no voy a dejarme consumir- Mis ojos oscurecidos de rabia se clavaban en el plato. 

-Te amo mucho hijo- Y esa sonrisa cálida contrastando con la desgastada mirada, cansada y vacía, rodeada de negras ojeras. 

-También te quiero mamá- Alcé mi rostro frustrado y empañado en lagrimas para responderle a una silla de ruedas y un plato vacío. 

Tal vez me convertí en un monstruo, pero al menos estoy vivo, tu amor y preocupación no te sirvió de nada, ellos mataron tu alma y decidiste convertirte en un cuerpo hueco, dejándote morir lentamente, agonizando en silencio, conformándote con lo que te había tocado. 

-Encontré un remedio mas efectivo que los supresores- Lavé mi plato y antes de apagar la luz de la cocina saludé al recuerdo del hombre que una vez había sido mi madre, que seguía repitiéndose en mi cabeza como una canción en bucle. -Buenas noches mamá- 

-Buenas noches Alice-